A I L E E N—No hace falta que hables, tus ojos ya me lo dicen todo—sus palabras son la última estocada que hace que todo mi autocontrol se hunda, rápidamente me lanzo a sus brazos, y ella me abraza con la misma fuerza.No había duda en las palabras de Malena, de lo que sí dudaba era de que alguien consiguiese conocerme con la misma perfección y de la misma manera que la dueña de ese pelo rubio rizado y esos ojos azules saltones. A veces desconocemos la necesidad real de un abrazo y menos aún su verdadero poder, nos olvidamos con que basta con un gesto tan pequeño, como el sentirse a salvo, para derrumbar paredes, para nada pequeñas, que asfixian… Pero ahí estaba, llorando en el pecho de mi mejor amiga cual niña pequeña en los brazos de su hermana mayor, sin que me importara nada más que saber que ella estaba ahí para mi, justo como yo lo estaría para ella de ser al revés.—¿Qué ha hecho ese hijo de p**a?—susurró ella sin apartarse de mi, en sus ojos veo la rabia y la impot
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