En el despacho parroquial, Laura estaba igual de conmovida, y perturbada que Kate. El enterarse de que su madre fue amante de Damián, fue muy doloroso, pero le dolió más escuchar a su padre decir que nunca amó a la mamá de su hermana. Lágrimas caían por el rostro de la joven, sentía una profunda tristeza al saber que tenía una hermana y que quizás ella no quisiera saber nada, al constatar que, por culpa de su madre, la mamá de Kate, y la propia Katherine, sufrieron mucho. —Mira hija, aquí tengo una foto de tu madre, tú eres su vivo retrato — afirmó Damián—. Lo único que las diferencia es el color de los ojos, tú los tienes igual que yo —aseveró, y se la mostró a la joven, la chica no pudo contener su llanto—. No puedo creer que Laura me haya dejado el mejor regalo de nuestro amor —declaró conmovido—. Si mi esposa no se hubiera interpuesto tu no habrías ido a parar en un orfanato. —Presionó sus puños, y su mirada oscureció al pensar en Gabriela. — ¡Perdóname hi
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