Para cuando regreso a casa luego de haber hecho unas compras innecesarias gracias a Lenin, mi enfado es más que apocalíptico. Gasté la mitad de mis ahorros en un nuevo guardarropas, lo necesitaba pero tenía planeado que fuera tan pronto, el hijo de perra me había cortado con tijeras toda mi ropa, sin piedad, incluso se atrevió a agarrar mis bragas y toda mi ropa interior, llevándolas al mismo destino que el resto de la ropa.Al principio, cuando vi el desastre, mis mejillas se incendiaron con la sola idea de imaginármelo manoseando mi ropa interior, pero luego la vergüenza se convirtió en deseo de venganza, uno que estaba dispuesta a que probara, ¿quería que le abriera las piernas? Pues bien, lo haría, pero a mi manera, estaba jugando sucio, así que presidente o no, le daría una patada
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