Vanessa estaba en el patio de atrás de su casa vigilando a su hija mientras ella jugaba. Apenas había cumplido un año y medio, pero ya parecía querer conquistar el mundo. Había empezado por las personas de esa casa, sus principales súbditos eran Adriano y Paolo, aunque Elaide tampoco podía escapar a sus encantos. —Papi —dijo la pequeña traviesa rebotando sobre sus piernas y alzando los brazos hacia adelante. Miró sobre sus hombros y se encontró con su esposo. Casi actuó como su hija al verlo. —Hola, tú. —Hola, cariño —dijo él llegando hasta su lado e inclinándose para besarla en los labios con la misma ferocidad que siempre. Su amor por el otro y la pasión que compartían no había disminuido ni un poco, por el contrario, cada día crecía más. Después de separarse él caminó hasta su hija, que seguía igual de emocionada, y la alzó en el aire sacándole una carcajada. —Mi princesa —musitó él y la besó por todo su rostro. Su corazón s
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