Tenía que ser un sueño.El más increíble, el más hermoso, el más pleno que hubiera tenido jamás.Era imposible que fuera realidad.Afuera amanecía, y el pálido resplandor cobrizo que alcanzaba la carpa se diluía en el resplandor de plata que llenaba el interior.Él dormía envuelto en un brillo de estrellas, distendidas las facciones perfectas, una mano fuerte y delicada sobre el pecho, la respiración profunda y pausada, algunos mechones de pelo cayendo sobre su cara, fluctuando entre el oro y la nieve. No era completamente Lucas, no era completamente Raziel. Desaparecida toda necesidad de ocultamiento, la parte sutil asomaba en el descanso de su cuerpo físico.Yo seguía despierta, tendida de lado junto a él, incapaz de abandonar la contemplación maravillada del portento que tenía a mi lado. Un portento de belleza y amor que
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