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Todos los capítulos de Los Caídos: Capítulo 81 - Capítulo 90
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Vuelo Sin Alas
Mi vuelo fue demorado una y otra vez, obligándome a perder todo el día en Aeroparque. Tal vez tendría que haber mandado a Aerolíneas al diablo e irme por mis propios medios, pero algo me retenía en tierra, atado a esa espera capaz de crisparle los nervios al más tranquilo. Y tenía un solo nombre para ese algo: miedo. Durante esas dos semanas había guardado el celular cada vez que lo sacara para llamar o escribir a Bariloche. Sólo me mantuve en contacto con mi hija. Me prohibí preguntarle por Lucía y Majo tampoco dijo nada, lo cual me frustraba tanto como me aliviaba.Pero en algún momento embarqué, y poco después estaba en el aire. Aterrizamos cuando la noche se cerraba sobre el lago y las montañas. Mientras esperaba mi equipaje, me acerqué a la pared de vidrio que me separaba del hall de entrada. Ni rastros de Mauro, a pesar de que le había dejado el auto co
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Primera Plana
—¿Adónde mierda se metió esta pelotuda? ¡El avión ya aterrizó! ¡Lucas me va a matar!Majo le dio un mate a Mauro sonriendo, sin responder. Reconoció los pasos de su padre antes que entrara al local y giró para enfrentarlo cuando llegó a la oficina. Lucas se detuvo directamente frente al escritorio de Mauro, una mano en la cadera, la otra extendida palma arriba hacia él y una mirada torva.—Me debés el remís desde el aeropuerto —dijo—. Mis llaves.Majo miró más allá de él y vaciló antes de hablar.—¿No te encontraste con Lucía?Mauro se retrepó en su asiento, desconcertado. Su asombro activó la alarma de sobrecarga cuando la expresión de Lucas se suavizó de inmediato y asintió, sonriéndole a su hija.—Fue a comprar cigarrillos. &m
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Donde Terminan las Preguntas
Tenía que ser un sueño.El más increíble, el más hermoso, el más pleno que hubiera tenido jamás.Era imposible que fuera realidad.Afuera amanecía, y el pálido resplandor cobrizo que alcanzaba la carpa se diluía en el resplandor de plata que llenaba el interior.Él dormía envuelto en un brillo de estrellas, distendidas las facciones perfectas, una mano fuerte y delicada sobre el pecho, la respiración profunda y pausada, algunos mechones de pelo cayendo sobre su cara, fluctuando entre el oro y la nieve. No era completamente Lucas, no era completamente Raziel. Desaparecida toda necesidad de ocultamiento, la parte sutil asomaba en el descanso de su cuerpo físico.Yo seguía despierta, tendida de lado junto a él, incapaz de abandonar la contemplación maravillada del portento que tenía a mi lado. Un portento de belleza y amor que
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Una Señal en el Cielo 1
—Me gustaría contarte lo que hablé con tu hermana en Buenos Aires.Eran las seis de la tarde del sábado, y previendo una velada larga junto al fuego, estábamos haciendo una buena provisión de leña. Volvíamos con sendas brazadas de leña cuando hizo el comentario. Lo enfrenté interrogante y él asintió, ofreciéndome la mano para sortear un tronco caído. Me costaba conciliar ese tono grave y desapasionado, esos gestos típicos de Raziel, con el hombre que caminaba a mi lado.—Me refiero a Blas —agregó—. O si lo preferís, a Zorael.Me detuve al escuchar ese nombre. Él esperó a que me recuperara de mi sorpresa lo indispensable para seguir caminando. Apartó unas cañas para dejarme pasar.—¿Le dijiste a Julia quién eras? —pregunté incrédula.—Conoci&e
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Una Señal en el Cielo 2
Seguimos charlando mientras comíamos. Mi hermana Julia y él habían terminado acordando un plan de acción conjunto, que hasta contemplaba la eventualidad de que yo lo rechazara. Mientras mi familia seguía con su vigilancia desde lejos, él se encargaría de la marca personal.—Siempre sacrificado, vos —bromeé.Su sonrisita suficiente en medio de esa conversación sobre demonios y apocalipsis me resultó todavía tan extraña. En momentos como ése no podía evitar quedarme mirándolo, todavía tratando de aprehender que detrás de esa cara que conocía hacía años estaba la estrella viva que viera en el Saltillo de Las Nalcas. Ya fuera porque Lucas estaba acostumbrado a que las mujeres se quedaran mirándolo como idiotas, o porque Raziel consideraba demasiado importante nuestra conversación para interrumpirla, sigui&oacu
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Una Señal en el Cielo 3
Tal como me advirtiera, no estuve sola mucho tiempo. La energía del sello atrajo a algunos elementales que vivían cerca. Era la primera vez que veía duendes del bosque desde mi funesta experiencia en Península San Pedro, y me llevó un par de minutos relajarme cuando se detuvieron en el límite del círculo. Eran una familia completa: madre, padre y media docena de retoños de pocos centímetros de alto. Conseguí sonreír para invitarlos a acercarse. La hembra vino a sentarse conmigo frente al fuego mientras su esposo cuidaba a los hijos, que correteaban siguiendo la línea del sello con sus risitas agudas. Por norma social entre los duendes, los hombres no se inmiscuyen cuando las mujeres conversan, aunque nosotras apenas cruzamos palabra más allá de los saludos de cortesía.Poco después se nos unieron dos dríades que vivían en el coihue que cobijaba la carp
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Una Señal en el Cielo 4
De pronto estaba ahí, inclinado sobre mí, y comprendí que me había quedado dormida sentada frente al fuego. Me ayudó a erguirme y apoyarme contra un tronco. Tras él se escuchaba un rumor quedo de voces. Él se irguió y giró hacia los elementales que rodeaban a tres silfos altos y ahusados, atorándolos de preguntas. Cuando los enfrentó, todos se despidieron y se alejaron, todavía conversando. Un minuto después estábamos solos. Bueno, era una forma de decir. Nunca más iba a poder sentirme sola en el bosque.La mano que se tendió hacia mí para ayudarme a ponerme de pie era completamente humana: el que estaba parado a mi lado volvía a ser Lucas. Se empeñó en acompañarme hasta la carpa como si pudiera perderme y se quedó afuera apagando el fuego. Poco después se acostaba a mi lado en la bolsa de dormir con un suspiro. Desli
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Sueños de Fuego 1
Caía, caía.Nada.Sólo sombras.Y seguía cayendo.Hasta que algo blando y tibio me detuvo.Una tenue línea rojiza, tan lejos.Aire cálido. ¿Dónde estaba?Permanecí inmóvil, tendida de espaldas, viendo cómo la línea se convertía en una nube y me rodeaba, creciendo, acercándose.El aire era cada vez más cálido.La nube cubrió las sombras.Parecía que estaba acostada en una cama con un dosel que reflejaba un ocaso muy lejano.Y el dosel se convirtió en llamas.Y el aire se hizo irrespirable.Entonces apareció él.Se abrió paso entre las llamas que no lo quemaban. El pelo larguísimo ondeando en un viento inexistente, su mano extendida hacia mí, sus labios perfectos sonriéndome.—Arayda…
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Sueños de Fuego 2
Entre sus brazos, los dos muy juntos, pude volver a pensar en las pesadillas, y en lo que él dijera, sin que se me revolviera el estómago de miedo.—¿Cómo es cuando te poseen? —pregunté en voz baja— ¿Perdés la consciencia o…?—Depende de tu fuerza interior —respondió en el mismo tono.—Se me ocurre que sería como un palco a mi propia mente.—Y tu propio cuerpo, sí. Algo así. Aunque sólo sea por un par de minutos.—¿Entonces me voy a convertir en ella?—No.Tal como aquella noche en la carpa, sentí que su corazón se aceleraba un poco. Pero ahora fue como si escuchara lo que callaba. No me iba a convertir en ella: iba a dejar de existir. La diablesa tomaría control de mi cuerpo y mi identidad simplemente se desvanecería, engullida por la de ella. Pero antes de
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Sueños de Fuego 3
Guadalupe me mandó el comunicado oficial: en cuatro o cinco días llegarían a Bariloche un total de veinticinco cazadoras, listas para quedarse el tiempo que fuera necesario hasta que la crisis terminara. Bien, era 24 de abril, así que más me valía armar todo rápido. Arreglé con Mauro que me tomaría una semana para recibir a mi familia y apalabré a Pedro y a César para un traslado el 30 de abril. Después me senté con mate y cigarrillos delante de un mapa de la zona a buscar el mejor lugar para irme.De todos los que Raziel y yo habíamos considerado, no sé por qué me atraía especialmente la cabecera del lago Steffen. La temporada de rafting ya había terminado, no había pobladores cerca, se podía llegar en vehículo y habría lugar de sobra para montar cuantas carpas fueran necesarias para nuestro campamento de guerra.Mi
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