Él traía puesta una camisa blanca de botones. Los dos últimos estaban zafados. Daban una imagen muy clara de su pecho sudoroso. El cabello no estaba del todo organizado. Su aliento apestaba a alcohol, pero intentaba disimularlo masticando caramelos de menta. Sostenía una botella de ginebra casi vacía, con su mano izquierda.Lucas, de inmediato, frotó la zona donde le propiné el golpe. La mueca de dolor no había abandonado su rostro. —Te pregunté que haces aquí— me crucé de brazos sosteniendo la sartén aún.—Es que te extrañaba, mi amor—Se acercó a mí tambaleándose un poco—Me sentía muy solo en aquel club. Los demás pueden hacer lo que quieran, porque no tienen parejas. Tenía que aguantar verlos seducir a las chicas delante mío.—Bien, ¿Y que debería hacer ahora contigo en ese estado?—Pues, cosas sencillas. Puedes invitarme a pasar—Caminó por mi lado para adentrarse en la casa y se dejó caer s
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