Jessy dejó que el dolor la desgarrara todo lo posible, porque sabía que todo terminaría por fin. Seguramente la matarían por sus pecados y encontraría al final el descanso que tanto había deseado. Intentaba no pensar en las personas que amaba, no eran muchas. Por su mente pasó todos los buenos momentos que transitó con su padre, ella corriendo por un viñedo de vinos, siendo una niña pequeña sin preocupaciones y su padre corriendo detrás de ella con una gran sonrisa. Sujetándola y dándole vueltas mientras los dos reían. Los pasteles de cumpleaños, las pijamadas, las galletas de avena, las pinturas, los cuentos de noche, las travesuras, el sol mientras caminaban de la mano por la playa comiendo helado. Realmente había intentado salvar a su padre, pero era hora de aceptar que no podía hacerlo. Ni siquiera podía salvarse a sí misma. Después pensó en Kerim, los dos escondiéndose en el ático de su casa mientras la madrastra de Kerim los buscaba a gritos por ensuciar toda su ropa con tinta
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