Elizabeth se aferró al jefe de los hechiceros, que los mantenían firmes a pesar de que el maldito barco estaba elevándose.Para su suerte, el movimiento no era lo suficientemente rápido. La vampiresa debía tener dificultades para movilizar tanta cantidad de agua.—¿No pueden bloquear sus poderes? —preguntó Elizabeth a punto del colapso—. Si seguimos elevándonos, la caída será mortal.—Nuestra magia tiene un límite —respondió el hechicero apartándose de ella—, parece que esta guerra está perdida, no tenemos al ángel, necesita al mate de su hija para terminar el hechizo y no creo que sea posible capturarlo sin que los otros semidemonios caigan sobre nosotros.—Aún tenemos el plan de emergencia —bramo Elizabeth—, no podemos perder, ¡no puedo perder!El hechicero frunció el ceño.—Es un sacrificio terrible, demasiado oscuro y de consecuencias terroríficas para usted —espetó el hechicero—, y para su gente, no habrá nada que quede de ellos después de esto.—¡Hágalo! —exclamó Elizabeth—, hag
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