Estaba llorando, su cara pintaba roja y su frente sudaba como maratonista en competición, golpeaba el tronco de los árboles tan fuerte como sus manos podían soportarlo al igual que un luchador entrenando con un saco de boxeo. James estaba completamente destruido por dentro y tenía tantos pensamientos lamentables que sería fácil creer que en algún momento se volvería loco de tanto que su cerebro se retorcía a especie de trauma, pero no, lo que estaba pasando era simplemente la forma en que drenaba la ira y enojo que siempre tuvo y por la cual estaba siendo encadenado a su maldición.James era un buen hombre, siempre estuvo centrado en trabajar y mantener a su familia cómoda en casa. Además, era atlético, detallista, carismático y siempre quería que todo estuviese bien, sin embargo, no podía ser perfecto y tenía un detalle bastante alarmante.James, desd
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