Muerte asintió con pesadez, dejando que la tomara del brazo, la levantara y la empujara hacia adelante para que le dirigiera por donde los había dejado escapar. Corrió sintiendo de pronto el cuerpo muy pesado y con el corazón latiendo a prisa, como si quisiera escapársele del pecho.Adelante, Mat aferraba lo más fuerte que podía la mano del menor quien, asustado y nervioso, trataba de seguir su ritmo, aferrando a su vez la mano de Aymé. Pero ni el haberse sujetado con fuerza de los dos le fue suficiente para no caer. De un momento a otro ya se encontraba en medio de un charco de lodo y había manchado las ropas de la chica.— ¿Te has lastimado? —preguntó preocupado el mayor, apresurándose a tomarlo entre sus brazos.— Duele, Mat... —se quejó, tomándose la pierna.— Creo que se la ha torcido. —Aymé le observó pr
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