En seguida me tomó de la mano y me atrajo hacia sí, haciéndome tomar delicadamente la inflación de su deseo. Yo presioné con mi mano ardiente, frotando la delgada piel que quemaba y en ella puse mi aliento, como devoto en su templo, abriéndome paso a sus estremecimientos. Entonces, conteniendo la respiración, dijo varías veces mi nombre y frases completamente nuevas sobre su amor, en tanto mi lengua sedienta ascendía en su pecho y desembocaba en su boca. Borracho de deseo me miraba, miraba mi boca y me besaba con ardor, hasta que entre beso y beso, se pegó a mí y pude experimentar por primera vez, con una pasión a punto de estallar, la presión de su cuerpo desnudo contra el mío. Pronto empezó a acariciarme recorriendo con mano de ciego el camino que iniciaba ancho en mi cuello y terminaba angosto en mis muslos y una vez allí, sus dedos delicados e inmisericordes, me rozaro
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