El 31 de diciembre, el médico de Belinda declaró que lo peor había pasado y solo requería seguir el tratamiento y el reposo al pie de la letra, Dante la ayudaba a bañarse y estuvo presente en las revisiones del doctor, Belinda se ponía colorada y apretaba la mandíbula, pero lo soportaba, a Dante ya culpa lo consumía, así que daba excusas y la dejaba con sus hermanas y el resto de las muchas visitas, la familia, las empleadas de La Madona y del orfanato. Dante entró en la habitación, Belinda dormía, se acercó sin hacer ruido y se sentó junto a ella. Belinda despertó y se encontró con el cabello de Dante y sus manos, él sentado con los codos en su cama y las manos en su cabeza, ella iba hablarle cuando lo escuchó sollozos y apenas susurrar. —Dios mío esto es muy difícil, pero debo hacerlo, debo irme. Dante se incorporó y Belinda cerró los ojos fingiendo dormir, las palabras de Dante eran fuego en
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