Despierto dolorida, mi entrepierna duele. Los últimos tres asaltos fueron feroces como yo los quería y mi novio – el que me complace en todo – hizo que me sintiera solo suya, aunque ya eso lo sabía. Me remuevo incómoda porque necesito ir al baño, pero no es Jonás quien me detiene porque él no se encuentra en la cama. Estoy enrollada entre las sábanas y me impiden salir ¡vaya, que humillación! ser atrapada por unas sábanas, y es que me siento tan cómoda que no deseo salir de entre ellas ¿eso es malo? ¡Ja, claro que no! Es muy bueno, mi teléfono suena y pienso en buscarlo, no deseo levantarme, pero es tan insistente el sonido que debo cogerlo por si acaso es importante. — ¡Ya voy! – contesto como si el interlocutor pudiese escucharme. — ¿Hola? – se escucha mucho ruido de teclas y personas hablando.
Leer más