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Todos los capítulos de Adicción. : Capítulo 11 - Capítulo 20
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La Adicción.
El día que mi padre cumplieron tres años muertos me lo pasé mas o menos bien, me había despejado, y no había llorado tanto como otras veces hacía, eso se lo tengo que agradecer a Draven. Él me hizo reír y hacerme sentir menos sola. Me encontraba sentada en el sofá mirando hacia la pantalla de la televisión apagada. El timbre sonó. Extrañada me levanté. Pues no esperaba a nadie. Jazmín me solía llamar antes de venir y Draven entraba como si fuera su casa. Abrí la puerta y casi la cierro de golpe al ver quien era. —¿Así tratas a tus invitados? —Sonrió y pasó sin yo darle permiso. Era Aiello. —Pasa, pasa —dije irónica y cerré la puerta. —Venía hablar contigo —se sent&oa
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La Carta.
Llegué a mi casa bastante cansada. La madre de Jazmín me había llamado y me dijo que me estaba esperando. Estaba bastante preocupada, habíamos estado hablando sobre donde podría estar su hija, pero ninguna sabría decir donde se encontraba. Ninguna de las dos le conocíamos una amiga o un amigo, solo me tenía a mí, y llevaba casi dos semanas sin aparecer por el pueblo. Su madre estaba que se subía por las paredes al no dar con su hija. No cogía el teléfono, no respondía los mensajes. —¿Has hablado con el comisario? —Hablé despacio entregándole el té. —Si, están buscándola, a salido en los noticieros y están pegando fotografías de ella por todo el pueblo. —Quédese aquí si quiere, iré a ayudar —la madre negó. —Necesito que me hagas un favor hija —habló en un hilo de voz. —Dígame. —En su habitación había una carta, no me he atrevido a leerla —el corazón comenzó a latirme con mucha velocidad —. ¿Puedes leerla? —
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El Tratro
—No me parece buena idea —se acercó más a mí.—Pero es la única —negó.—Hay más.—Dime cuál.—No lo sé —se llevó la mano izquierda al cuello —es muy peligroso, te puede hacer daño, muda —levantó la mirada. —¿Tanto te preocupas por mí? —Sonreí y él negó. —No es un juego todo esto —me miró cansado. —¿Te crees que no lo sé? —suspiró. —Parece que no, muda, no puedes ir y hablar con él como si nada —se acercó más a mí. La tranquilidad con la que está conversación estaba yendo me gustaba. Ambos hablábamos con tranquilidad, mirándonos, sin levantar la voz, sin insultarnos. Me gustaba hab
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Visiones dolorosas.
Aiello estaba debajo de una chica cogiéndole de las muñecas.—Hijo de puta —gritó la chica pegándole una patada en la entrepierna y separándose de él.La chica salió corriendo, pero la cogí de la cintura sin dejarla salir. —No somos los malos —gritó Aiello levantándose del suelo. La chica pelirroja se giró y luego me miró. —Brisen te espera en casa —dije y a ella se le iluminaron los ojos. —¿La conoces? —Asentí. —Tenemos que salir de aquí muy rápido. Comenzamos a correr fuera de la nave.—Esto está saliendo muy bien —habló Aiello estando ya lejos de la nave. —Iros lejos, vigilaré la casa de Brisen —ellos asintieron y echaron a correr. Brisen. ¿Desde cuando la gente pasa de ser imbécil a muy imbécil? Adze podría aparentar ser la mejor persona del mundo, pero cuando se lo proponía era de lo peor. Estábamos en mi casa hablando sobre
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La Habitación Secreta y El Deseo.
Desvié la mirada hacia el cuadro y me limpié las lágrimas. Segundos después Draven ya estaba dentro de mi casa ¿como lo hacía? Negué y me senté en la cama. —Que sosa tu habitación —me encogí de hombros. —¿Qué haces aquí? —¿Por qué lloras? —¿Te importa? —Poco, pero soy cotilla —se sentó a mi lado. Bufé y negué. —¿Son tus padres? —Asentí sin mirarlo. —Es raro —empecé hablado —se me apareció dos veces mi madre diciéndome que él era mi felicidad, que debía buscarlo para sentirme bien —él me miró ceñudo. —¿Quién es él? —Negué limpiándome las lágrimas. —No lo sé, pero eso ya me lo dijo antes de morir —susurré. —Estas muy loca muda —lo miré y volví a mirar la foto. —¿Se te pasó el enfado? —Me miró mal y negó. —Sigo pensando que te darás con un canto en todos los dientes —suspiré. —Puede que sea buena persona. —No lo es. —¿Por qué lo sabes? —Se en
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Tortura.
Me levanté de golpe sudando, mi zona íntima palpitaba como los demonios. En estos momentos si tuviera un termómetro en la mano y me lo pusiera para medir la temperatura explotaría.Miré todo a mi alrededor buscándolo, pero estaba sola.Me tumbé hacia atrás bufando y unos segundos después me levanté para meterme a la ducha.Al salir miré la hora y eran las seis de la madrugada. Me puse la ropa con la que pasaría el día y me sequé el cabello.Bajé a desayunar y a mirar por la ventana. Esas eran mis mañanas todos los días.Esperé impaciente la hora para ir al bosque.Se me estaba haciendo eterno. ¿De verdad Adze era peligroso? ¿Era mala persona? Lo descubriría pronto, o, al menos eso esperaba.Las ocho y media, suspiré tirándome en el sofá. Cerré los ojos y el sueño de hace unas horas se me vino a la cabeza; las manso de Draven tocando cada centímetro de mi cuerpo, sus labios rozando mi cuello, su voz ronca susurrando en mi oído.
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Falta De Empatía.
Esa misma tarde Adze apareció por mi casa. Draven se había ido ya que tenía que hacer unas cosas.El miedo de estar a solas con él comenzó a crecer dentro de mí, con solo mirarlo a la cara recordaba ese mal olor de la nave y todo lo que me contó Draven.Sin querer dejar ver mi miedo actuaba con él con normalidad, se me hizo bastante raro el tenerlo cerca y saber que estaba “enamorado de mí” y a parte tenía un brillo en los ojos que nunca había visto en ellos.—Hablé con mi padre sobre algo.Nos encontrábamos sentados en el sofá, él giró su cabeza para mirarme.—¿Sobré qué? Si se puede saber —sonrió.—Dentro de poco nuestra familia hace una fiesta a lo grande, y le pregunté que si me dejaba invitar a alguien, pues es una fiesta que solo se hace entre la familia, pero me dijo que si —se giró por completo para mirarme —y quería saber si te gustaría venir.Lo pensé durante unos segundos. Esa fiesta de la que habla
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La Perdición.
  —¿Donde vamos? —Me solté de su agarre.—A enseñarte que esto no es un juego —fruncí el ceño y bufé.No hablamos más durante todo el camino. Lo más difícil de todo eso era subir la montaña. No sabía a qué lugar íbamos exactamente o que iba a ver.Los nervios comenzaban a subir por mi cuerpo a medida que íbamos subiendo la montaña.Frené en seco al ver un par de zapatillas.—No te frenes, sigue andando —miré hacia donde él estaba.Seguí caminando. Pero con cada paso que daba más quería volver a mi casa.Había prendas de personas tiradas por el suelo, y, en n olor espantoso venía de alguna parte de la montaña.—Muda, corre —echamos a correr.Había un hombre merodeando por toda
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Jadeos, gemidos y excitación.
Cuando abrí los ojos me encontraba en medio del bosque, estaba desnuda completamente y llena de sangre.Grité con todas mis fuerzas asustada. Miré mis manos y tenía las uñas llenas de tierra y algunas rotas. Miré al suelo y había sido arrastrada. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, todo comenzó a revolverse dentro de mí.Y entonces lo vi, estaba allí, a unos metros de distancia mirándome con una sonrisa maligna. Era el mismo hombre que mató a aquella persona hace unos meses, ese de la calle que luego entró a mi casa.No se le veía la cara, solo los ojos, no podría decir quien era, pero parecía conocerme muy bien.Intenté levantarme, pero el hombre movió el dedo diciéndome que no me levantara.Sin hacerle caso corrí en dirección a alguna parte. En ese momento me daba igual estar desnuda y muerta del fr
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Volver A Jugar.
—La única verdad que hay aquí es que ese tipo me desnudó y me dejó tirada en el bosque —lo miré.—¿No sería producto de tu imaginación ese hombre? —La pregunta de Aiello me dejó sorprendida.—Claro, y salgo yo desnuda de casa y me arrastro sola por el suelo —ironice —¿Tu estás bien de la cabeza? —Jazmín rió.—Investigaremos quién era ese hombre, acabaremos con él y fin del asunto —espetó Draven cansado.—Que fácil suena dicho de palabra, no sabemos nada de ese hombre —Aiello lo miró.—Lo descubriremos —se levantó del sofá —Ahora volver donde estabais, no es seguro que estéis aquí —ellos asintieron.Se despidieron de nosotros y salieron de la casa.Draven me miró cruzado de brazos.—Relaja el corazón, se te saldrá por la boca —rodé los ojos —. Podemos seguir donde lo dejamos anoche —sonrió acercándose a mí.—Podemos comenzar a buscar a ese tipo —lo encaré.—Si, podemos —susurró —. Después de
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