Aike se asegura que nadie nos sigue, aunque estoy segura de que ya le debe haber advertido a su élite para que no lo molesten. Su cara es fría y sus ojos, dos témpanos de hielo. Casi no puedo descifrar lo que quiere de mí, pero creo que ya me lo había advertido, que teníamos una conversación pendiente, una que de la cual he huido dos veces porque no me atrevo a enfrentar la verdad otra vez. Que él ya no me quiere como su pareja, porque me lo dijo tres veces hace unas semanas. De hecho, ya estoy cansada de todo esto, del mal humor de los Luna y, incluso, de los lobos de Bernard. Solo me gustaría volver a mi habitación y acostarme a dormir o a llorar, en todo caso, desahogar todo lo que he padecido en un día tan kilométrico, que tengo miedo de lo que pueda deparar mañana. Cuando se percata que nadie nos está siguiendo, Aike se mueve a una velocidad pasmosa, conmigo detrás pegada a su cuerpo, hasta llegar al último piso del ala delta, el cual se
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