“Creo que alguien se está pasando de la raya por aquí, ¿no lo crees?”, me reclama Aella, lo que me deja desconcertada. “No entiendo a qué te refieres, loba”, le digo con el ceño fruncido, porque estoy aburrida de reclamos. “A qué más, Sia”, me espeta, “a ese coqueteo repentino con Zayn, por supuesto”, contesta y yo trato de llenarme la cosa más escasa en mi ser en este instante. Paciencia. “Me parece que este no es el momento para pensar en eso, Aella”, le recalco con el ceño fruncido, “más bien hagamos lo que dijimos y concentrémonos en algo más importante ahora, buscar la manera de salvar ambas manadas de los daños que ocasiona esa endemoniada ponzoña”. “Estoy de acuerdo, pero recuerda que tendremos esta conversación en algún momento, humana”, me reprende y yo pongo los ojos en blanco. “Sí, sí, claro”, me mofo y ella pone los ojos en blanco esta vez, “tendremos varias conversaciones acerca de tus temas y los míos, porque no se me olv
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