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Todos los capítulos de Morir para Vivir: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Nuevos mundos
Las ruedas raspaban el asfalto frío y el movimiento arrullaba a Celeste. Ella sentía que estaba sobre un flotador sobre la piscina. Sentía que el viento frío le peinaba el cabello y de fondo se escuchaba música de jazz. La mujer cantaba perezosamente con acento francés. No era la clase de música que ella solía escuchar bajo ningún escenario.Lucas la miro de reojo.Cuando Celeste quedo inconsciente tuvo el tiempo suficiente para tomar una muestra de su sangre y notar que fue drogada. Supo en ese momento que la mente de Celeste era inusualmente inestable mientras la droga aún estuviera en su sistema. Así que opto por hacerla dormir y llevársela. Él tenía la seguridad de que aunque tuviera la mente despejada ella elegiría no irse con ellos.Se supone que solo era cuestión de decirle lo que es y ella acudiría al llamado de su raza. Las historias de
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La Biblioteca
Celeste miro la extensa continuidad del mundo que se le presentaba. Era como sacada de la imaginación de un pintor inclinado al uso excesivo de color. Estaba lleno de vegetación, árboles extraños que se curvaban en intrincados ángulos, sus hojas deslumbraban con la intensa paleta de colores. Celeste jamás había visto hojas tan azules, o tan negras, o tan moradas, era como si un estudio de pintura hubiese vomitado.Eso le robo el primer suspiro de asombro.La continuidad del color del bosque era interrumpido por caminos de piedras lisas y de un verde tan oscuro, que a la distancia se veían como trazos negros que cortaban el color.Celeste trato de enumerar las casas que allí estaban pero se extendían a la distancia como la multitud. Tenían un aspecto extraño, como cabañas de montañas hechas de la misma roca del camino, en algunos puntos destellaban con un brillo plat
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Dayana y David
Muchos vieron pasar al trío, eran como una imagen mal enfocada, reconocían la elegancia de Clara y la brusquedad de Diego al correr, pero toda la atención estaba en la Reina de Reyes.Para la gran mayoría era la primera vez que estaban tan cerca de alguien como ella. En sus mentes se reproducían las historias de gloria y sangre, nadie era tan fuerte como ella, y eso solo agudizaba un poco la decepción de ver a una chica menuda y pequeña, de respiración agitada y corazón acelerado a la que le costaba seguir el paso.Aun así el miedo, el respeto y la adoración se mantenían fuertes.Fueron hacia el oeste del castillo, las torres eran tan similares entre sí que llegaban a confundirse si no fuera por la arquitectura que decoraba su entorno.Dos cúpulas grandes paralelas de palta oscura se conectaban por un pasillo cerrado hacia una pirámide con secciones he
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El Salón de Cristal
El Salón de Cristal era fuertemente iluminado por nada. Era como si las paredes estuvieran hechas de luz que se extendían hasta unirse en el infinito. El pulido, brillante y negro suelo era un abismo. Y los tronos vacíos se alzaban alejados en el centro, como grandes bloques de joyas, oro y plata.Los Séptimo se pusieron a cada lado de la Reina de Reyes. Celeste miro otra vez su zapatos, estaba tan fuera de lugar, pero aun así levanto el mentón, enderezo lo mejor que pudo sus hombros y avanzo. La postura se sentía rígida y poco natural pero era lo que tenía para ofrecer.Caminaban en línea recta casi perfecta. Los reyes estaban colocados como Dasan les había mostrado. Nadie quedo sobre su trono y sus rodillas se apoyaron en el suelo. El Salón de Cristal era el único lugar donde un rey hincaba la rodilla.Los reyes vestían como tal, envueltos en victoria y erguidos d
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Así luce una reina
Caminaba por pasillos de plata oscura, anchos y góticos, pero Celeste estaba distante de todo aquello, ella seguían viendo el lago azul de la sangre de las criaturas. Aún la sentía sobre su piel limpia.Alguien la tenía sujeta del brazo y la guiaba, no sabía a dónde y poco le había preocupado. Escucho el eco de una voz. Creyó que había sido Lucas pero tenía un tono burlón no tan propio de él. Celeste no entendía lo que le decía. Aún los gritos le hacían eco. Aún sentía la sangre en su cabello.En el Salón de Cristal, Lucas se había apresurado a levantarla del suelo y desaparecer de un chasquido la sangre que se aferraba a ella. Todo eso bajo la mirada atenta de los reyes.Ahora subían las escaleras de la Torre Central como si nada hubiera pasado. Las escaleras eran incómodamente estrecha y Celeste sent&i
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Primeras enseñanzas
La habitación le robo a Celeste una exhalación de asombro. El techo alto daba espacio suficiente para que un dragón volara, el piso de piedra no era nada extraordinario, ni las mesas redondas del comedor o la barra de bufet que había a un lado, lo que verdaderamente la sorprendía era que no había paredes, ni vigas, ni nada que sostenga el techo que levitaba sobre todos.El viento pasaba sin restricciones y mientras avanzaban entre las mesas vacías y llenas, el piso se abría en algunas zonas mostrando estanques y caminos de agua que se conectan entre sí.Una que otra sirena salía a saludar. A Celeste le parecían viscosamente desagradables.Las voces se hacían cada vez más altas y más ojos se fijaban en ellos. Se escuchaba opiniones distantes y mezcladas, expresiones distintas pero todos se hacían a un lado cuando pasaban.Se sentaron en una mesa cercana
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Mi muerte
La noche había matizado las paredes con sombras suaves y difusas, la luz venía de todos lados, pero no se veía exactamente de dónde. Las venas plateadas de la piedra en las paredes brillaran con luz suave y cálida. Pese a lo que Celeste pensaba, la recepción seguía llena de gente, aunque los pasillos estuvieron casi vacíos. Todos estaban vestidos de una forma bastante extravagante, los colores golpeaban entre sí, como si un arcoíris hubiera vomitado sobre cada uno de ellos.Un sátiro tenía un chaleco de plumas celeste con brillantina dorada, y al caminar largaba la escarcha, dejando un rastro dorado y brillante. Celeste no podía sentirse más fuera de lugar.Las fiestas en Sapiencia atraían las masas.Fueron hacia Lucas, David y Diego, todos lucían tan sórdidos como ella. El más colorido era el vampiro con su camiseta naranja bajo la chaqu
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La ira de los Iluminados
Dakota se alejaba de la casa de Demothi custodiada por su guardia. Tenía que volver a Ventus había muchas cosas en juego. Había estado tan impaciente por hablar con esa Reina de Reyes que el resultado le había parecido inquietante.Desde que vio como resbala en medio del Salón de Cristal, supo que la Reina de Reyes era vulnerable y solo lo rectifico cuando hablo con ella. Celeste no era ni la sombra de la temible Ciara, siempre envuelta en una solemnidad que decoraba con una sonrisa fría, o de la amorosa Carolina, quien impartía una justicia inflexible mientras le daba el amor más cálido a su pueblo.Celeste solo tenía unos hombros caídos para ser recordada y aunque sabía que era su primer día como Reina de Reyes, las circunstancias no esperaran a que ella se sienta cómoda con su posición.Hacía falta una Elegida fuerte; la guerra se acercaba.*
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Miguel Ángel
Dayana estuvo a punto de salir al recibidor de las habitaciones cuando recordó que ese día era su turno de despertar a la Reina de Reyes. Entro a la habitación entre la penumbra de los primeros rayos de sol.Sacudió bruscamente a Celeste y cuando ella despertó, entre las sombras, vio un rostro que se parecía demasiado al de Cecilia, eso la asusto mientras trataba de disipar el sueño.—Tenemos un día largo —fue lo único que dijo Dayana antes de colocarle la ropa en el borde de la cama.«Y tuve un sueño corto», pensó Celeste.No recordaba haber soñado en lo absoluto pero había una sensación de inquietud atravesándole el pecho. La ropa que le había dado era tan sencilla como unos vaqueros y camiseta podían ser, casi podía imaginar que estaba vistiéndose para ir a la universidad.Bajaron de la Torr
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Castigo
Después de varias semanas, el hábito hacía que se olvidara de su pasado durante el día, pero todo volvía a cernirse sobre ella en las noches. Era una sombra que se colaba en sus sueños.Con el tiempo la mente de Celeste comenzaba a despejarse, pero ella no dejaba de sentir la muerte de su madre como algo ausente. Incluso le habían mostrado fotos de su cadáver pero es como si no hubiese pasado.—No seas tan inflexible. Es para que te veas mejor —dijo Clara mientras pateaba una camiseta del suelo y la lanzaba debajo del escritorio.La habitación de Diego era desordenada, como se esperaba de un adolescente, no había cama, solo un gran escritorio a un lado, lleno de pantallas de videojuegos y dos sillas de juego grandes. Del otro lado un futbol de mesa se alzaba sobre otra pila de camisetas.Aquel cuarto era lo más cercano a la tecnología de la Tierra que hab&iacut
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