Las calles se encontraban desiertas a comparación de la hora en que vinimos a la confitería, no veíamos a gente a los alrededores, ni siquiera algún soldado haciendo alguna ronda de patrulla. No me preocupé, en La Colonia no había malvivientes ni sucedían robos o asesinatos, el ejército hacía un excelente trabajo cuidando la ciudad y controlando cualquier red de crimen organizado que se quisiera formar. Pero, por alguna razón, siempre llevo mis cuchillos por si las dudas, como dicen «Mejor tenerlos y no necesitarlos, que necesitarlos y no tenerlos».A Mirah no le gustaba mucho que fuera armado a nuestras veladas, sin embargo, aceptaba si me aseguraba de tenerlos fuera de la vista de los civiles. Así que los llevo siempre
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