Me bajé del vehículo y caminé lentamente hasta casa. La calle estaba bastante oscura, porque el atardecer ya estaba encima nuestro. El cielo rápidamente se volvía negro, el invierno ya casi llegaba. El frío comenzaba a azotar con fuerza todo a su paso, incluso a mi cabello. No tenía ganas de atravesar esa puerta, pero a la vez estaba cansada. Quería darme una ducha y descansar durante un largo rato. Agradecí internamente no tener un celular, porque de otro modo mi padre habría estado llamándome a cada rato. Y si había algo que necesitaba en ese momento, era estar sola.
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