Mi nombre es Cristiano D’Angelo, soy sacerdote para una de las diócesis de Roma. Fui ordenado a los veintinueve años y un año después me enviaron como misionero a una ciudad de Kenia, África, donde he permanecido por cinco años. El trabajo ha sido arduo, pero amo servir a los demás y me siento dichoso sólo con ver la amplia sonrisa en el rostro de un niño que aprende a leer en la escuela que tenemos en la casa – misión.En abril me apuñalaron por defender a una de nuestras niñas de la escuela de ser vendida como un animal al tráfico humano. En cuanto mis heridas cicatrizaron lo suficiente mi obispo me pidió que tomara un descanso, pero no quise ir inmediatamente con mi familia hasta que no estuviera totalmente recuperado, pues no quería preocuparlos con los gajes del oficio.Cuando estuve listo me dejé convencer por mi hermana Camila
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