Mily fue por el café y le dijo a Lexie que si su gente podía entrar por el techo, la ventana o cualquier parte del edificio necesitaban entrar ahora. Estaban en el piso dieciocho y si lo hacían en orden Berrocal podía desangrarse al tiempo de que la ayuda llegase por él. Movilizarlo tampoco era una opción porque la bala podía viajar y tocar una arteria o vena y complicar las cosas. El problema era que no había salida y el hombre estaba desangrándose sin misericordia. —Lo sé, vi las heridas. —Las vio al instante, pero pensó que saldrían, que habría tiempo de llevarle a un hospital o con un médico clandestino, alguien que pudiese ayudarle. Lexie nunca se había sentido culpable por la profesión que desempeñaba, porque lo veía normal; sus abuelos eran delincuentes, su padre lo había sido, su madre era una mentira profesional y ella siempre había tenido facilidad para planear un crimen, lo que pasa es que Berrocal tiene razón,
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