21. Déjalo Para Mañana
En el silencio que siguió, Jay ladeó la cabeza. —Escucha —susurró. Silvia prestó atención y no escuchó nada. Jay sonrió al ver su expresión interrogante. —Ha dejado de llover. Se paró y rodeó la mesa, haciéndole señas a Silvia de que lo siguiera. Ella se le unió junto a la ventana y miró hacia afuera con curiosidad. —Mira —dijo él, señalando el cielo sobre los campos oscuros. —¡Una estrella! —la oyó susurrar, y se le ocurrió que aquel asombro puro, maravillado, sonaba como si ella fuera el primer ser humano que hubiera visto una estrella. Su brazo no lo consultó para subir a rodearle los hombros, y le rozó el cabello con los labios al decir: —Sí, la tormenta ha pasado. Silvia sabía que él percibiría su escalofrío, pero no podía evitarlo. Cierto, ya no llovía y la noche parecía estar despejándose. Pero esas palabras significaban mucho más para ella, y los dos lo sabían. Jay la sintió estremecerse y habló por impu
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