38. Tres Hombres
A veces Silvia se sorprendía de la especie de esquizofrenia que había tomado control de su vida. En lo que ella llamaba la vida real, un amigo le presentó a un tal Guillermo, un hombre simpatiquísimo pocos años mayor que ella, divorciado con dos hijos, que no la conquistó a primera vista sino cinco minutos después. Tenía una mente aguda, le gustaba el rock como a ella y tenía unas caderas de oro para bailar y tener sexo. Al mismo tiempo, en la tierra de nunca jamás virtual, se mantenía en contacto con ese hombre hermoso y talentoso llamado Jim Robinson, que resultara ser este otro hombre, Jay, que fuera su sostén emocional cuando rompiera con Pat. Silvia amaba al artista como ella consideraba que los artistas deben ser amados: con respeto, admiración, y ni una pizca de deseo. Y seguía encariñándose con Jay, su amigote atractivo, divertido y maleducado que se transformara en su desafío creativo. Nunca supo qué había cambiado en su forma de trat
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