Raphael se dejó arrinconar por Heather en el baño. Tenía las manos jabonosas de ella por su piel y sintió la suya erizarse, aunque el agua estaba caliente y flotaba vapor en el ambiente. Ella pasó sus dedos por un pezón masculino, que se decían que eran tan inútiles como una cortadora de hielo en el desierto, pero no, los suyos estaban muy sensibles, tan expectantes como él.El último mes había sido completamente revelador. A Heather le gustaba realmente el sexo, disfrutaba con él, y le seguía cuanto juego a él se le ocurría. Ella ahora tenía una expresión un tanto nerviosa, dudosa, pero era comprensible, dada la experiencia por la que acababa de pasar.—Nena –murmuró—, no te obligues a ti misma.
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