Todos los capítulos de Locura de amor (No. 1 Saga Locura): Capítulo 31 - Capítulo 40
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 Heather metía en un pequeño bolso ropa y cosas de uso personal, como el cepillo de dientes y para el cabello. Por primera vez, tendría objetos suyos en la casa de un hombre, y eso la ponía un poco nerviosa.—Tengo que preguntar: ¿cómo la pasaste anoche? –Heather se detuvo en sus movimientos y miró a su madre, sentada en su cama y mirándola con una sonrisa sabedora. Heather sonrió.—No… no tengo palabras para describirlo.—Entonces te fue más que bien—. Heather asintió.—Raphael es… estoy enamorada, mamá. Estoy tan feliz de que me permita ser parte de su vida.
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—Debí conocerte antes.—Lo hiciste, y me odiaste –Raphael se echó a reír.—Es verdad. Entonces… ¿te conocí justo a tiempo?—Ni más ni menos –sonrió ella.—Y me llamaste Ralph. Aún siento curiosidad por ello –murmuró él, y ella bajó los ojos hasta su comida. Qué sencillo sería todo si pudiera decirle la verdad, pensó ella, si él conociera quién era ella en realidad; no tendría que estar mintiendo, ni ocultando tantas cosas. Lo miró llevarse un bocado y algo en su corazón se removió. Amaba este hombre como Samantha Jones nunca amó a Ralph. Darse cuenta que su amor
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—Los diarios hoy hablan muy diferente de ti –dijo Raphael entrando al dormitorio. Heather aún estaba en la cama, enredada en las sábanas y desnuda. En una bandeja, Raphael traía lo que parecía ser el desayuno y el diario. Llevaba puesta una sencilla camiseta y un pantalón pijama de franela que le caía bajo en las caderas.Se sentó en la cama con pereza y lo miró enfocando su mirada. Él, ciertamente, era algo hermoso de mirar por las mañanas.— ¿Me estás trayendo el desayuno a la cama?—Es sólo porque tengo la esperanza de volverte a hacer el amor luego –Heather sonrió. Se subió la sábana cubriendo su pecho mientras Raphael ubicaba la bandeja de desayuno en su regazo. T
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 Temprano en la mañana, una mañana soleada y brillante, Georgina entró a una tienda exclusiva de ropa, y la dependienta, al verla, la saludó cordial, reconociéndola como una clienta muy importante. En su mente, las palabras de Heather daban vueltas y vueltas. ¿Cómo hacer para conquistar a Phillip? No creía que en su caso pudiera usar el término “reconquistar”, ya que entre los dos nunca había habido romanticismos.Miró una blusa especialmente hermosa de color rojo. No sabía si en ella se vería bien. Le habían enseñado que a las rubias como ella ciertos colores la hacían parecer escandalosa.Elevó su mano para examinar la textura de la tela cuando entraron dos mujeres a la m
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—¿Y bien? –Le preguntó Raphael a Jed Smith—. ¿Algo importante?Jed sólo se encogió de hombros y se sentó frente a Raphael en la misma mesa de siempre. Esta vez no arrojó sobre la mesa ningún sobre amarillo lleno de fotografías, sólo se sentó tranquilamente y dejó salir un poco el aire.—Le contaré, además de lo que encontré, cómo lo encontré.—¿Necesito saberlo?—Sólo escúcheme, no tomará mucho tiempo.—Está bien –contestó Raphael, un poco impaciente. Jed tomó aire y empezó.

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 Phillip entró a la habitación, y Georgina lo sorprendió de nuevo. Esta vez, por su pijama. Era diminuta, de encaje negro, ceñido a su… aún esbelto cuerpo.¿Cuántos años tenía su esposa?Cuarenta y tres.Había parido una hija hacía veintitrés. Se había casado con él a los diecinueve. Era virgen la noche de bodas.Ah, suspiró Phillip. Se le estaban viniendo muchos recuerdos justo ahora.Miró a Georgina con la intención de sonreírle y decirle que recordaba cuando, la primera noche, ella había salido del cuarto de baño
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 — ¿En serio amas tanto tus libros que prefieres cargar con ellos que volverlos a comprar? –le preguntó Tess a Heather, viéndola poner en un pequeño maletín, muy caro, por cierto, un libro tras otro—. ¿No habías dicho que ahora los tenías en digital? Heather sonrió.—Cambié de opinión. Y no sólo porque los ame, que sí, los amo; es más bien porque tengo ediciones tan viejas y tan bonitas que ya no han vuelto a salir. Muchas de estas obras dejaron de circular hace tiempo, así que me llevaré mis libros a casa.— ¿No decías antes que no querías invadir el espacio de Heather y no sé qué más?

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Richard vio a su hijo caminar hasta las tumbonas dispuestas alrededor de la piscina. Caminaba como un zombi, con las llaves del auto en la mano, sin mirar nada.  Desde la ventana, vio que se sentaba y le daba vueltas a sus llaves en las manos con mirada perdida.Sonrió y caminó hasta él. Se sentó en la tumbona de al lado y le puso la mano sobre una de sus rodillas para atraer su atención.—Me llamó Phillip. Me dijo que en tres meses te casarás con su hija. ¿Es eso cierto? —Él no contestó, sólo se pasó la mano por la nuca, masajeándose—. ¿Te lo estás pensando? ¿Te arrepentiste?—No, yo… tengo un poco de pánico, supongo…

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 —Definitivamente tus raviolis tenían algo afrodisíaco –dijo Raphael, un par de horas después, en su habitación. Heather se echó a reír.—Escupí encima de ellos.— ¡Pobre papá! –Heather rio a carcajadas, y de repente él se sentó en la cama, con el rostro iluminado por una idea.— ¿Qué? –preguntó ella, un poco cautelosa.—He pensado que… Nunca has esquiado. ¿No te gustaría?— ¿Esquiar? ¡Pero es verano!—Hay lugares con nieve pe
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— ¿Qué te crees que haces, Phillip Calahan? –Exclamó Georgina, mientras Phillip la llevaba casi arrastrada a la zona de parking—. ¿Con qué moral vienes a reprocharme el venir a una cena con Adam Ellington?— ¿Entonces no vas a negar que es tu amante?— ¡Tú, estúpido! Traes a tu amante, le compras ropa de diseñador, la enseñas en lugares públicos y ¿me reprochas a mí? ¿Por qué puedes tú tener un amorío y yo no? –Phillip se detuvo en su caminata y la tomó de ambos brazos con tanta fuerza que ella tuvo que soltar un quejido.— ¡Dime! ¿Es Adam tu amante?— ¿Y qué
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