Después del desayuno, Valentino se despide de su esposa con beso en los labios y de sus pequeños con una revoloteada de cabellos. Ya tenía que ir a trabajar.—Regreso en la noche, cualquier cosa Oliver estará a su entera disposición. —les recuerda—. El padre.—¿Podemos nadar en la piscina papá? Pregunta Antón.—Si su madre así lo quiere, pueden hacerlo. Si van a jugar en el patio, háganlo con cuidado, no rompan si estropeen nada, el jardín es un santuario para Octavio ¡Entendido!—Si papá. —dicen a una voz los gemelos.Sale contento, mientras Mayra muere de dolor por dentro, no sabe cómo escapar sin poner en peligro la vida de sus hijos, aún más, no tiene idea de cómo decirles a sus pequeños que su padre es un monstruo, cuando para ellosValentino era el mejor padre del mundo.—Mami, podemos salir a jugar con la pelota un rato —Parece suplicar Antón.—¡Claro!, pero yo los acompaño, quiero cerciorarme de que no destruyan los jardines por
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