El Toro de Madrid salió del apartamento y al llegar al ascensor esperó unos segundos para calmarse. Se sentía agobiado por tanto veneno, no entendía como esa chica con tan bellos atributos podía simplemente… ser una delincuente, no le interesaba ella, pero casi se lo lleva por delante con su maldad y su falta de conciencia. Agradecía a Dios haber encontrado a Anna, ella era una buena mujer y lo amaba, ella se lo había demostrado siempre. Su teléfono sonó, era el “pequeño Juan”, respondió al instante. — ¡Pequeñín! – dijo aun con voz temblorosa. — ¡Jefe, la jefa está aquí! Quiere entrar – se puso las manos en la cabeza exasperado y miró al cielo. < ¡Jesús, esta mujer va a matarme, la voy a azotar fuertemente! > pensó sacudi
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