Todos los capítulos de Amor de Otoño. Serie Millonarios 3: Capítulo 11 - Capítulo 20
41 chapters
10.-
— ¡Margarita! – ella atendió a la voz conocida y resonante de su jefe. Lo miró a los ojos por un momento y se fijó en el brillo que tenían, al igual que se fijó en como lo miraba la preciosa morena que caminaba detrás de él.                          — ¡Sr. Del Toro, qué sorpresa! – Sonrió cortes, un tanto fría — ¡Es un placer verle por acá! ¿Señorita? – el hombre giró y casi tira al piso la chica. Anna sintió un apretujón en el estómago y no entendía el por qué. — ¡Ah! – Suspiró — Ella es María Elena Cortés… — ¡Su novia! &
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11.-
La gente se retiraba, ya eran más de las tres de la mañana y Alberto Del Toro decidió que era buena idea volver a casa. Ya habían cumplido con su deber de amigos con la familia Duque, pero su esposa se sentía agotada por el trasnocho y Juliana debía ir a la universidad al día siguiente. — Alejandro ¿te quedas? – su primogénito negó. Observó a Margarita cuchicheando con su hermana y la imaginó con una niña en los brazos un domingo de asado en su casa. < Mierda debo dejar de divagar. Pensó incomodo > — ¡Me voy con ustedes papá, me quedo en casa para desayunar tortitas con beicon hechos por Eneida – sonrió consentido y su padre negó con la cabeza. — ¡Anita, querida! – Anna fue directo a los brazos de Alberto y su hijo
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12.-
El día en la oficina estaba fatal sin Anna y aun no era mediodía. Conocía el trabajo a fondo, pero estaba tan acostumbrado a ella que le era imposible concentrarse. Salió de la oficina para sacar unas copias cuando se encontró con una atractiva chica de unos veintiún años sentada en el escritorio. No la conocía. Eso le daba una idea de lo poco que recorría los departamentos, la chica se encontraba escribiendo un mensaje en el celular, cuando sintió que la observaban levantó la vista y quedó inmóvil en el sitio, Alejandro levantó las cejas y apretó los labios sin molestia, solo con asombro de verla. Tenía unos bonitos ojos verdes, grandes y expresivos, nariz muy fina y labios gorditos en una boca pequeña pintada de rosa. Su respiración era trabajosa porque se dio cuenta de que era el jefe y la había pillado perdiendo el tiempo, se levantó lo m&aa
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13.-
— ¡Oh Dios, más por favor! – gritó la chica mientras el hombre le daba placer desde abajo manteniéndola a horcajadas sobre él. Su cuerpo estaba bañado en sudor y la respiración le fallaba por momentos, los fuertes gritos de María llenaban la habitación y cuando la fuerza del clímax la envolvió como un ramalazo de electricidad cayó en el pecho de Alejandro exhausta por la tarde de sexo duro y delicioso que tuvieron. — ¿Estas bien? –preguntó al temer que hubiese sido muy rústico al apresar su cadera. — ¡Fenomenal! – bajó de su pelvis y se recostó a su lado. El Toro de Madrid sacó su cuerpo de la cama y se dirigió al baño para deshacerse del preservativo y enjuagar su rostro con el agua del lavabo, se encontrab
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14.-
El lunes llegó muy temprano a trabajar, arreglo todo lo concerniente a la reunión de la Federación de Pescadores, lo que es más una labor social que otra cosa. Aunque la empresa se lucraba a sí misma, existían muchos ejecutivos que invertían “una gotita marina” en ayudar a las personas que vivían de este trabajo. Ya arreglada la sala de conferencias, con las trece carpetas sobre la mesa y sus respectivas libretas y bolígrafos, se dedicó a preparar el café para llevarle el desayuno a su jefe como siempre, como todos los días. Preparó la bandeja y se dispuso a tomarla en sus manos hasta que escuchó el estruendo de la puerta, puso los ojos en blanco ya que supo al instante de quien se trataba.  Marina se presentó delante de ella con su vestido azul impecable de diseñador y sus zapatos altísimos de Dior. La miró con asco y so
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15.-
Al mediodía Anna invitó a almorzar a su ingrata amiga que ni siquiera pasó por el apartamento a cambiarse de ropa y no tiene idea de dónde sacó la que llevaba puesta.   — ¿De quién es esa ropa Ali? – preguntó Anna observándola por encima del vaso de limonada que estaba saboreando, esta se encogió de hombros.   — ¡Ni idea amiga! Debe ser de algún de sus ligues usuales, pero me queda como un guante – Ana no aguantó y se rió a carcajadas — ¿Qué? No podía llegar aquí con el mini vaquero y el top, además llegué sobre la hora – Anna negó sonriendo casi ahogada con la limonada.   — Te dormirías muy tarde, ni siquiera te vi ayer – le riñó.   — Juraba que te habías quedado con Rixio – la castaña abrió tanto los ojos que pensó se le saldrían de las órbitas.   — ¡Claro que no Alicia! Es un niño – le espetó escandalizada.   — ¿Hasta cuá
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16.-
Observó a Anna recostado al marco de la puerta, no le permitió a Alicia llevársela a su casa. Su cama gigante era mucho más cómoda y de ese modo él podría mantenerse al pendiente. Su teléfono no ha dejado de sonar ya que su padre se enteró de la paliza que le propinó al sinvergüenza de Marcel y necesita hablar con la policía, no puede dejar ese acto impune. — ¡Papá! – contestó con un gruñido, no quería hablar. Solo quería tumbarse al lado de ella para cuidarla y cubrirla de mimos — Me encuentro en el ático, Margarita está… aquí, con Alicia. Me doy un cambio de ropa y nos vemos en la casa – ni siquiera se preocupó de escucharlo, colgó y se internó en el baño de huéspedes. — ¿Alejandro? – La chica llam&o
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17.-
Alejandro respira profundo antes de marcar el código para ingresar al ático donde tiene prácticamente secuestrada a su asistente y a la secretaria de la misma. Compró chocolates, galletas y unas flores. Algunos otros dulces, después de haber investigado por internet como amansar las fieras más antiguas de la humanidad: las mujeres. Margarita va a asesinarlo lentamente por haberle hecho esto, dejarla encerrada con Alicia y sin posibilidad de salir ya que ni siquiera les dejó escrito el código. Resopla, ahora su plan no se veía tan bien como al principio. Observa la bolsa con la cantidad ridícula de chocolates que compró, las rosas rojas, blancas y amarillas ahora se ven pálidas. Tenía que haber hablado con ella, debió pedirle que se quedara y luego ser un macho para confesarle que… — ¿Qué vas a confesarle macho? &n
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18.-
Miró el techo, gimió arrepentida por haberlo tratado tan despectivamente. Siempre había sido una mujer inteligente y llena de energía, quizás su autoestima estaba un poco estrangulada, pero lo que si tenía en cuenta y sabía de sobra era que Alejandro Del Toro no era un sinvergüenza. No podía negar que se sentía muy cómoda, pero claro, ha trabajado para él por veinte años, lo vio en una situación confusa, embarazosa y muy triste cuando sucedió lo de su esposa, ella estuvo ahí levantándolo cuando se caía de la borrachera y cuando se sentía tan triste que no deseaba ni hablar. Esos días fueron duros. Y ahora ella con su frustración y dolor por haber sido engañada lo lastimó, ahora no puede dormir porque necesita disculparse. Se siente como una mala persona ya que él es su jefe y lo ha juzgado como si n
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19.-
Anna se giró, en la perfecta cama mullida y deliciosa, la recibieron unos brazos fuertes, además de un suculento aroma a hombre que atavió sus fosas nasales, con lo que se deleitó por cierto. Unas grandes manos se deslizaron por la parte de atrás de sus muslos haciendo estremecer su cuerpo y las delicadas yemas de unos dedos acariciaron su piel deslizando la camisa hasta que ella levantó los brazos sobre su cabeza para retirarla con facilidad, se encontraba extasiada. Solo con el aroma que despedía este hombre tenía para excitarse al máximo. Se sentía húmeda en su entrepierna y una punzada de dolor se le reflejaba ahí mismo. Alejandro la miraba hambriento, ávido del deseo que sentía por esa ella, lo enloquecía. Quería disfrutarla poco a poco, pero su cuerpo traicionero la necesitaba más de lo que creía. — &
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