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Todos los capítulos de EL DEBIDO PROCESO # 1: Capítulo 11 - Capítulo 20
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DIEZ
...Finalizó la clase recomendando la lectura de un texto que él mismo se encargaría de subir durante el día. Luego, recogió sus cosas y revisó su reloj de pulsera, solo para constatar que contaba con tiempo de sobra hasta su próxima reunión, a las once. De camino a su oficina, recordó que su máquina de cafés continuaba presentando problemas, así que se devolvió y tomó el trayecto hacia la cafetería. Le apetecía un buen café, no uno aguado y con sabor a metal. No obstante, tan pronto abrió la puerta de la cafetería, se arrepintió de su decisión. El café aguado habría sido la mejor alternativa porque allí dentro, charlando con un chico con pinta de surfista, se encontraba su molesta estudiante. Por suerte, ella no reparó en él, de modo que logró lle
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ONCE
...William Horvatt apareció veinte largos minutos después. Sin mirarla, le hizo una seña para que lo siguiera por el largo pasillo hasta su oficina. Una vez dentro, él cerró la puerta con un sonoro portazo.May se agazapo contra la pared, incapaz de dar un solo paso más dentro de esa oficina. Estaba asustada, pero también expectante de lo que ocurriría.— La situación se ha hecho insostenible, señorita Lehner — habló él — Por el bien de ambos, usted debe abandonar el curso.— ¿Qué? — May lo miró desconcertada. Él no se lo estaba sugiriendo ni mucho menos parecía dispuest
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DOCE
...En el ascensor, May recibió un mensaje de Wade."¿Cómo te fue?"No había una palabra exacta para describir cómo le había ido con William Horvatt ni tenía ganas de pensar en algo que se le acercara. En realidad, deseaba olvidar el hecho de que se había convertido en un estorbo del que era imperativo deshacerse.Así que, cliqueó una completa mentira y esperó que él no insistiera."Mejor de lo que esperaba"Wade no insistió, pero hizo algo mucho peor. Le recordó la cita de la tarde. May solo deseaba l
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TRECE
...Su amigo, Lesta, era un ferviente convencido de que la vida en el campo no requería ninguna de las comodidades que los de la ciudad inventaban para hacerse la vida más simple y así pasar más tiempo viéndose el ombligo. De hecho, cuando May le ofreció un teléfono celular, este se negó terminantemente a aceptarlo. Solo después de varios intentos, y tras convencerlo de que solo debía utilizarlo en caso de emergencia, Lesta aceptó, pero no dejó un solo minuto de mirar el aparato con genuina desconfianza. Su amigo era bastante paranoico y entre sus grandes temores se encontraba precisamente la tecnología. Él creía, no, más bien estaba seguro, de que los teléfonos celulares eran dispositivos de espionaje inventados por los extraterrestres.

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CATORCE
...May dibujaba garabatos en la hoja, sin prestar atención a la clase. Como todo viernes, sus neuronas habían decidido tomarse el fin de semana de forma anticipada. Solo cuando el maestro habló de un posible control la próxima semana, ella se irguió en su asiento y transcribió a la velocidad de la luz todo lo que estaba en el pizarrón. Soltó el lápiz, triunfante, justo en el instante en que el profesor comenzaba a borrar el contenido y a despedir a la clase.El reloj marcaba las 12.30 y había dejado de llover. En esas fechas, el tiempo parecía un niño caprichoso. A veces el sol resplandecía en lo alto del cielo, y otras veces, como ese día, el cielo amanecía cubierto por nubes grises y en el aire caliente se presagi
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QUINCE
William comenzó a arrepentirse de su decisión en cuanto May abrió la puerta de su pequeño apartamento y lo invitó a entrar con una sonrisa amable.Dubitativo, dio un paso hacia adelante y se detuvo en el umbral, con aquella sensación de arrepentimiento de pronto convertida en un remordimiento casi moral. No debía estar allí. No era correcto.— ¿Ocurre algo? — la voz de su estudiante le llegó lejana, como si proviniera de otra dimensión. Bajó la cabeza y sus ojos se encontraron con ella. El cabello pelirrojo en ondas sobre sus pequeños hombros, los ojos verdes, grandes y brillantes, observándolo con genuina curiosidad.Sí, debía largarse de allí. Pero no fue
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DIECISEIS
...William recibió una llamada de la tintorería el sábado por la mañana. Ya estaba en pie y listo para salir de su apartamento, pero se detuvo en medio del vestíbulo para atender el teléfono. Apenas la mujer le dijo que una de las manchas no había salido por más que la había restregado, él comenzó a experimentar una dolorosa punzada en la sien derecha.— Pienso aplicar algo un poco más drástico — agregó — Pero podría dañar el material. Aunque no es una tela muy complicada, siempre existe el riesgo, ¿sabe?En realidad, William no tenía idea sobre telas ni productos para lavar. Pero, le dijo que sí por pura cortesí
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DIECISIETE
...Acaban de terminar de desayunar y May se disponía a recostarse en el sofá cuando el timbre se disparó sobre sus cabezas.— Ve tú, ¿quieres? — dijo, tendiéndose a lo largo. Desde allí, contempló como Lesta, perezoso y casi arrastrando los pies, iba a la puerta para abrirla.Durante unos segundos, May no supo bien que ocurrió. Lo oyó gruñir un "¿puedo ayudarte en algo?" y luego nada, silencio y un aparente enfrentamiento. O eso parecía. Ella se encontraba en un mal ángulo y la figura corpulenta de su amigo no contribuía a mejorar su visión.— Lesta, ¿quién es? — pregun
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DIECIOCHO
...Lesta regresó borracho como una cuba. Eran cerca de las seis de la tarde cuando aporreó la puerta del apartamento, en lugar de presionar el timbre, y se presentó ante May con una sonrisa temblorosa, en parte provocada por el estado etílico que lo invadía.Al ingresar, sus pies se enredaron con el inexistente obstáculo en el pasillo y trastabilló un momento antes de caer, en precarias condiciones, sobre el sofá. May lo ayudó a acomodarse más o menos decente, aceptando con resignación cuando él la retuvo del brazo y la arrastró de vuelta al sofá, casi obligándola a echarse sobre él. Con dificultades, logró apartarlo y sentarse sobre la mesa de té.

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DIECINUEVE
...William no revisó el mensaje hasta que estuvo en su apartamento, sentado en su sofá y con un vaso de whisky en una mano. Solo entonces, cogió el teléfono, abrió su correo y leyó aquel inoportuno mensaje."Estimado profesor: Sé que dijo que solo se trataba de una compensación, pero de todos modos quiero darle las gracias por el gesto. El abrigo es hermoso, seguramente el más lindo que tendré. Prometo cuidarlo y trataré de no llevarlo puesto en días lluviosos, ya sabe, para evitar accidentes. Aunque, si debo ser sincera, la idea de que vuelva a embarrarme la ropa no me molesta del todo, quiero decir, pasar un rato a su lado fuera del contexto universitario ha sido una ex
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