Capítulo 12. Amenadiel sube los escalones de las gradas con adrenalina, entusiasmado, como si mi respuesta afirmativa estuviera a punto de derrumbarse si él no llega a tiempo a mi lado. Sin aliento, se posiciona frente a mí, con los ojos bien abiertos. —Repítelo una vez más —me pide, tratando de recuperarse. Apoya sus manos contra sus rodillas, flexionándose —. Dios mío, necesito ponerme en forma. Subir esos escalones me ha matado. —No voy a repetirlo —rechisto, cruzándome de brazos. Se reincorpora, volviendo a su estatura monstruosa. —Merezco que me lo repitas —insiste —¿Qué te hizo cambiar de idea? Porque si se trata de un juego yo... —No se trata de un juego —tomo una bocana de aire, desviando la mirada. No quiero llorar al hablar —. Necesito sacar de mi
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