La morocha salía del edificio cubierta hasta las pestañas. Exhaló aliviada al ver que los periodistas por fin habían desistido de perseguirla. Al final una de las tantas, autonombradas, modelos había aparecido en un video subido de tono y tanto la mujer en cuestión como los periodistas, estaban sacando todo el jugo a tan morbosa noticia. No llegó a cruzar la calle cuando una mujer, mayor que ella, la detuvo con suavidad del brazo. Maiia la miró confundida, jamás había visto a la mujer pero algo en sus ojos se le hacía familiar, ese brillo, esa chispa que resaltaba con fuerza en esas pupilas oscuras que ella había visto antes, en los bonitos ojos de su hermoso morocho. —Tú eres Maiia — afirmó la mujer y Maiia asintió de
Leer más