Amanece. Me he levantado primero, tengo que ir al trabajo. Ver a Melanie dormida me da una tranquilidad sorprendente. Se ve tan angelical. Sé que nuestra historia también terminará mal pero mientras lo disfrute, no importa. Será como las demás. Las mujeres entran y salen de mi vida y en cuestión de días, las borro de vida. Antes de irme, le escribo una nota que dice: “No olvides abrir tu regalo. Que tengas un gran día”. Y me marcho, antes, dándole un tierno beso en la frente. Conduzco hasta el departamento federal con un café que he comprado en la esquina en manos. Saludo a todos con los que me cruzo hasta llegar a mi oficina, donde está Eric.— ¡Hermano! ¿Qué tal tu día libre? —dice sonriendo. —Muy tranquilo, la mayor parte de las horas. — contesto y me siento en mi escritorio. —De seguro las tardes con Melanie deben ser muy tranquilas. — lo observo, no parece molesto, más bien, parece estar disfrutando d
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