—¿Estás loco? Esto no es la jodida guerra. Guarda esa mierda y vete de aquí, Aarón —impuse desde mi lugar, a dos metros de ellos. Conmigo en esa posición, formábamos un triángulo. Casi me reí por la ironía—. Además, si quieres vengarte de alguien, si hay una persona que merece castigo, soy yo. Solo yo. Porque fui yo quién te traicionó, es a mí a quién debes odiar, no a él.—No te odio, Audrey. Te amo, te amo tanto que soy capaz de perdonar tu traición. Lo haré si me eliges. Pídele a él que se vaya, échalo de tu vida y regresa conmigo, como antes, como siempre. —Seguía empuñando el arma, su mano temblaba y sus ojos parecían dos brasas ardientes, ardían con desprecio y terquedad.—Baja el arma, por favor. Hazlo por mí, ¿puedes? —Le pedí con cau
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