Cuando Roberto Barroso puso la primera losa del piso que reparaba, no pudo evitar que su mente volara cuatro años atrás. Los golpes que le daba al granito para alinearlo con el resto del piso, le hicieron recordar los martillazos que sonaban en el dormitorio del apartamento 15, del edificio Miranda en la calle 3ra. Allí, mientras reparaba el closet de un cliente que había solicitado sus servicios, conoció a Maribel. Desde que la vio quedó gratamente impresionado. Al principio pensó que era la hija o la hermana de su cliente, por la diferencia de edad y de físico, pero cuando él la saludó con un beso seco, frío e impersonal en la boca, casi sin mirarse, cayó en la cuenta de que eran pareja. Él no lo sabía, pero tras la indiferencia de aquel beso, se escondía toda una historia de antipatía, costumbres, resignaciones, engaños, mentira
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