La hilera de soldados que se encuentran detrás de Einar tienen sus manos convertidas en garras y están mostrando sus dientes en mi dirección, con la boca babeante, tratando de lucir intimidantes. Pero esta vez no estamos solas, como cuando estuvimos hace un rato rodeadas de enemigos, ya que los lobos a mi espalda están dispuestos a luchar por mí y tomo fuerza del coraje que infunden. Entonces somos nosotras las que nos reímos con ganas esta vez, porque es nuestro momento de demostrarle que ya no somos la lobezna que él piensa. “Supones bien, Einar”, le respondo mentalmente, “tampoco es que vayas a tener alguna oportunidad”. ―Reconozco que eres fuerte, Alanna―me contesta también sonriendo triunfante, como si esta fuera su oportunidad―pero eres muy joven y no tienes experiencia. En cambio yo he estado preparándome toda mi vida para lo que va a ocurrir y tú, cachorra, no vas a impedir que lo consiga. “Si, si, ya recuerdo”, me burlo de él, “porque
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