Saravi.Mi cuerpo se congela al instante. Un dolor intenso se cala en mi pecho ante las palabras de un hombre que ahora mismo desconozco. Yo hubiese querido apelar a su pensamiento, hubiese querido explicar mi punto de vista acerca de las intenciones de Kalil y de su amor a su país, hubiese querido otra escapatoria, otra salida.Pero ahora mismo todas mis intenciones han muerto en mi boca, sin siquiera haber sido sonadas en este espacio diminuto, en el que ahora se me hace imposible respirar. Uno a uno los pedazos van cayendo en el suelo de lo que antiguamente sentía mi corazón por este hombre, ese noble que conocí, en el que, madrugadas en vela, relataba sus sueños por ver una nación prospera al lado del amor de su vida, que en ese entonces era yo, y que ahora solo podía ver una muy oscura sombra de lo que quedaba de él.Ya tenía bastante claro, ya no tenía
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