Todos los capítulos de Pequeña Bruja. Serie Millonarios - Libro 2: Capítulo 41 - Capítulo 50
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40. Necesidades.
— ¡Oh Dios Jacques! – grita cuando introduzco la lengua en su ombligo después de haber saboreado cada centímetro de piel en un arrebato de locura que tuve al suplicar que la hiciera mía. Sostengo firme sus manos sobre la cabeza. Maniobra que aprovecho porque soy considerablemente más alto y puedo incluso llegar a su sexo sin problemas ¡esta mujer es perfecta para mí! Levanto la vista y observo con atención cada uno de sus gestos y las reacciones de su cuerpo. Su boca entreabierta buscando aire para llenar los pulmones, el matiz rosado que ha tomado su piel, la fuerza con que cierra los ojos y al bajar encuentro sus preciosos senos con los pezoncitos erectos, en realidad nunca la he desnudado completamente. No me atrevo aun ya que puedo llegar a un punto en el que no pueda detenerme y lastimarla, quiero que esto sea luego que conozca a mi familia y sepa la clase de mierda que son; y si todav&i
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41. Declaraciones
Jacques se mantiene cabizbajo en el trayecto a su ático, no entiendo que le pasa, imagino que luego del susto que pasamos es difícil para él ya que es un hombre tan… seguro y sin temores – o eso creo yo – que es muy orgulloso y egocéntrico, además demasiado vanidoso, presuntuoso e individualista; resoplo enojada por su actitud petulante ¡eso fue lo que nos llevó a discutir! Debe aprender a respetar mi espacio porque no hemos trazado planes, solo somos un par de personas que les gusta estar juntos ¡es todo! No puedo dejar mi vida por vivir la suya, una vida pomposa y sin ningún inconveniente más que dedicarme a ir de compras y estar perfecta para él porque es el hombre de la relación y el “millonario”. Lo observo aun con expresión de culpabilidad ¡ja, en cuanto lleguemos me va a oír! — ¿Fecha? – pregunta Josep a su in
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42. Disputas.
Dejé a la Pequeña Bruja en su ático. Cada vez que recuerdo su rostro de molestia total, no sé si reírme o darme de cabezazos contra un muro ¡seré idiota! Lastimarla solo porque soy un petulante e impetuoso. La quiero viviendo conmigo pese a sus necesidades y es cierto, pero no puedo obligarla y mucho menos lastimarla de ese modo ¡Seeeh, que mierda! Aunque no me quejo de mi proceder, la compensé muy bien – sin sexo por supuesto – llevándola a almorzar y sobre todo declarándole mi interés hacia ella… espero que sienta igual porque de no ser así en realidad no tengo idea de que haría. Esto no lo había experimentado, así como el pánico que experimenté cuando se enfureció conmigo por mi bocota y mi forma de decir las cosas. ¡Soy un idiota, lo sé! Y al parecer ella también lo sabe. <
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43. Conflictos de Integridad.
— ¿Y de qué manera la sonsacaste? – pregunta mi hermano extrañado — Esa mujer es difícil de convencer, además de peligrosa Jacques – señala incómodo — ¡Está enamorada de ti y es aterrador! – puntualizó. — Lo sé Jo, me amenazó, trató de amedrentarme con el cuento de que mi padre trazaría el plan perfecto para meter a Isobel en su cama – me encogí de hombros — Si, estaba un poco ofuscado, también quería estrangularla, pero accedió porque le escupí en la cara que no la amaba, le dolió no me cabe duda de eso – mi hermano abre los ojos como platos. — ¡Cuidado Jacques, juegas con fuego! – advierte preocupado. Esta es la tercera vez que miro el celular. — ¡
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44. Almuerzo en familia.
¡Es un soberano descarado!   Al abrir la puerta estaba pálido y se veía contrariado, pero es un verdadero desfachatado. No volveré a creerle nada, su mirada divertida hace que se me erice el vello de la piel y su aroma me excita hasta los sentidos que ni siquiera sabía que tenía, recuerdo su toque su roce y ¡uf!   — ¡Pasa! – es lo único que puedo articular y sonó más a un jadeo que una orden.   — ¡Cuidado Isobel! Si continúas mirándome de ese modo tu familia va a pensar que eres una pervertida – ríe de nuevo ante mi rostro que imagino se encuentra colorado por completo.   — ¡Cállate, tonto! – tiro de su brazo acariciando la tela de su chaqueta y el cosquilleo en la mano me asombra — ¡Ven, adelante! – su rostro se ilumina y su sonrisa me derrite por completo.   — ¡Joder muchacho, eres enorme! – expresa Will sorprendido.   — ¡Willi
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45. Indecisión.
Luego de salir a la calle y entrar en la limusina, mi pensamiento voló hacia el día de mañana, la fiesta de mis hermanos y el anuncio de mi noviazgo. No estoy seguro de querer llevar a Isobel, pero debo hacerlo, de eso depende la integridad de mi plan; ahora no quiero que ella sea un plan. Es asqueroso. En este momento pienso que la estoy engañando aunque me sienta total y sinceramente atraído por ella. Sobre todo porque debo casarme en menos de seis meses y no tengo idea de cómo coño se lo voy a proponer. Hoy me di cuenta que no soy el hombre que ella necesita, tal vez ella sea perfecta para lo que necesito e incluso para mí, sin embargo cuando me presentó a su… prima o algo así, mis ojos cayeron directo en las tetas de la chica, creo que fue su padrastro quien se percató de ello cuando decidí cambiar el tema de súbito dándole a entender que esa Pequeña Bruja se encontrab
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46. Alternativas.
Me encuentro frente al edificio de mi novia cabezota, esperándola para que me eche la bronca del siglo, aun así me niego a que trabaje en esa oficina de inmobiliaria o bienes raíces o que mierda se yo. Ella está molesta, pero yo estoy peor ¡Ja, yo soy quien manda! — ¡No me hagas enojar Pequeña Bruja, no soy bueno para contener la rabia! – sale del edificio y me intercepta, recostado al auto que nos va a llevar a una tienda de ropa y a la peluquería. Viene hacia mi con cara de pocos amigos ¡Mierda, se ve preciosa con ese vestido! No puedo evitarlo y sonrío. Ella no lo hace. Se planta frente a mí con el mentón en alto y yo la quiero morder. — ¡No voy a ir contigo a ninguna parte, es mejor que te vayas! – expresa notoriamente molesta. — No voy a irme a ninguna parte, quedam
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47. Reacciones.
La chica enmudece y yo beso a mi novia excitado, trae diez vestidos en un closet modular y veo un modelo precioso corto en la parte de adelante y la de atrás bastante larga, un poco ancho y con el corpiño adherido a unos tirantes preciosos con piedras. Lleva la espalda descubierta por completo y el modelo delante es cruzad con un corte caído en el escote, Isobel me observa y sonríe. Sabe que tengo buen gusto en vestir mujeres por mi experiencia y eso me tranquiliza de algún modo porque sabe que no miraría a otra chica, le pertenezco o por lo menos espero que lo sepa. — No me especificaron que traer y me tomé la libertad de escoger algo “apropiado” para la señorita – Isobel la miró con fastidio y tomó exactamente el vestido que me gustó — Puede entrar a los probadores, es por aquí – señala con un dedo. &mdas
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48. Demonios.
Después de pagar el montón de vestidos que escogí y haber recibido uno de los besos más deliciosos del ahora mi novio con un lado oscuro, entramos al auto estilo limusina que lo lleva a todos lados y que el chófer es su amigo, muy atractivo por cierto. Se encuentra muy callado y cabizbajo, eso es señal de que le afectó lo que sucedió en los probadores, ya que perdió los papeles. Imagino que su infancia no fue un jardín con rosas por lo que me contó de su padre con su “novia”, que por cierto, de haberlo sabido la habría desgreñado en el mismo instante en que la vi ahí parada frente a él casi tocándolo. No me reconozco como una loca celosa, pero lo que sé es que no me gusta compartir y aunque debo tener paciencia porque su vida ha sido un poco… voluble, las quiero golpear a todas o al menos algunas de ellas. Leer más
49. Antojos.
Nada más entrar al ático dejo al lado dejo al lado de la puerta los paquetes y vacío los bolsillos de mi pantalón para tomar a mi chica y disfrutármela un rato ¡ok, eso quiere decir besarnos como locos! Hasta que llegue la hora de vestirnos e ir a la maldita fiesta a la que ya n la quiero llevar. Pero es Pequeña Bruja tiene otros planes, porque mientras termino de sacar algunas monedas, ella deja no solo sus zapatos en la entrada sin también el vestido que lleva puesto y después de lo que sucedió en el auto, no se imaginan lo deseoso que estoy de meterme no solo entre sus piernas. Termina de quitar el estorboso traje, lo lanza al piso y camina contoneándose naturalmente hasta mi habitación, dejándome babeando y con el cerebro hecho papilla. Coloco las cosas en la encimera de la cocina o eso creí hasta que escucho el ruido seco que hace mi teléfono al caer en e
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