―Si me hubieses dicho que te faltaba alguna caja, te habría creído, pero diciéndome que tienes todo ordenadísimo, como si lo viera, seguro que está todo manga por hombro.―Está bien, tú ganas, quedan dos cajas ―intentó rectificar inútilmente.―Ya no cuela, hija, mira que eres desastrosa. ¿Y qué tal el trabajo? ―la madre de Sonia prefirió no seguir aquel tema para no terminar discutiendo con su hija. Era la primera vez que se separaban y le estaba costando muchísimo adaptarse a aquel vacío que había dejado en casa. Sonia era hija única, apareció cuando ya habían perdido las esperanzas intentándolo. No lograron conseguirlo otra vez. Esto hizo que sobreprotegieran a Sonia y que, aún siendo una mujer que sabía valerse por sí misma, la siguieran tratando como a una niña.―Bien, lo de siempre, de un lado a otro… Me gustaría trabajar como papá, en su consulta, sin moverse.―Ay hija, no te quejes, y ¿para qué quieres estar todo el día en un mismo sitio? Así te mueves, vas de un sitio a otro,
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