-Tu hermano tenía razón -dijo Elliot-. Está delicioso. Deberías cocinar más seguido.-Siempre y cuando tenga unas grandes ayudantes como este par -dije mirando a las chicas y luego a él- estaré encantada.-Te ves preciosa cocinando estando embarazada -dijo mi hermano-. Deberías estar metida en la cocina todo el tiempo. Aunque.. -dijo un poco pensativo- creo que un sobrino es suficiente.-Puede ser sobrina -dijo Elliot pensativo.-Sea lo que sea -dijo mi hermano apuntandome con el tenedor- con uno es suficiente.-Vale, vale -digo riendo-. Eso ya lo veremos luego. A comer -todos en silencio comimos. Fue un almuerzo tranquilo. Nadie dijo nada. Era sorpresivo ya que nunca era así, pero supongo que algo pasaba-. Los noto callados -dije luego de un rato.-La comida está muy deliciosa como para interrumpirla -dijo Elliot con la boca llena.-No hables con la boca llena -le regañó Raquel-. Bebe agua.-Lo siento -respondió aún con comida en la boca. Raquel le puso mala cara y Elliot tragó-. Lo
Esa noche no pude dormir. No había encontrado el mento justo para hablar con Jorge. Lo haría por la mañana. Sabía que se marcharia antes que todos se despertaran así que ese era mi momento.A las seis salí de la habitación con cuidado. No quería que David se despertara. Aunque no tenía que ocultarle nada, esto era algo que necesitaba descubrir.-Escabullirse en plena madrugada -dije detrás de él. Estaba bebiendo una taza de té -. Típico de ti.-No me van las despedidas -respondió tranquilo-. Ve al grano. No estás despierta tan temprano solo por decirme eso.-¿Por qué? -pregunté sin más-. ¿Por qué le dijiste a mi hermano? ¿No podías mantenerlo oculto?-No -volvió a responder con tranquilidad -. Porque todos ya hemos sufrido, perdido y llorado demasiado a personas importantes -sabía que se refería a mi padre y a su hermano-. Y, todos los culpables tienen que pagar por ello.-Sabes bien que lo que pasó con tu herma...-Mi hermano se merecía eso y más, lo sabes -dijo bruscamente -. Ese in
No tenía la menor duda de que los chicos llegarían en unos minutos. Habían ido al centro a no sé qué, pero con la llamada de Carmen supongo que cancelaron todo.-Insisto -dije luego de un rato- no debieron llamar a los chicos. Estoy mucho mejor.-Los chicos necesitan saberlo, Karla. Estamos solas. No hay un solo hombre de la casa aquí y, ¿si necesitamos sacarte?-No necesitan llevarme a ningún lado. Estoy embarazada, por eso los síntomas. No me estoy muriendo.-Odio cuando te comportas así, Karla, en serio.Dijo Carmen frustrada.La entiendo. No es fácil soportarme pero ella sabía que yo tenía la razón. Es un embarazo de lo más normal.Nadie dijo nada durante un rato. Mi tía y mi abuela se asomaban cada cinco minutos. Al parecer los chicos no dejaron de hacer sus cosas por mí. Gracias a Dios. Tampoco quiero ser la causa de que deben dejar de hacer las cosas. No es lo que quiero.-Debes aprender, Karla -dijo Raquel tendiendome una taza de té.-¿Qué cosa? -pregunté tomándola -. Raquel,
Sonia«¡Hola, soy Sonia! En este momento estoy ocupada, deja tu mensaje al oír la señal. Gracias:Mensaje 1: Hola Sonia, llámame cuando puedas. Te he dejado varios mensajes y correos electrónicos. Tenemos que hablar. ¿Se puede saber dónde te metes?Mensaje 2: Sonia soy yo. ¿Has llamado al casero para que te arregle lo del calentador? Tu padre dice que se te apaga porque no dejas la ventana abierta y se ahoga la llama, prueba a ver, hija. ¿Qué tal el trabajo? Espero que ya tengas todo guardado porque eres un desastre y lo vas dejando todo para mañana, como si lo viera, seguro que tienes todavía alguna caja sin abrir. Bueno un beso. Llámame y me cuentas lo del calentador. Venga, adiós.Mensaje 3: ¿Sonia? ¿A quién he llamado? ¡Ay, perdón me he equivocado!Mensaje 4: Soniiiiiiiii, soy Paula, no te lo vas a creer me encontré el otro día con Alex. Intenté hacerme la loca pero en cuanto me vio se acercó. ¡Qué plomazo de tío! No entiendo cómo has podido aguantarle tantos
―Si me hubieses dicho que te faltaba alguna caja, te habría creído, pero diciéndome que tienes todo ordenadísimo, como si lo viera, seguro que está todo manga por hombro.―Está bien, tú ganas, quedan dos cajas ―intentó rectificar inútilmente.―Ya no cuela, hija, mira que eres desastrosa. ¿Y qué tal el trabajo? ―la madre de Sonia prefirió no seguir aquel tema para no terminar discutiendo con su hija. Era la primera vez que se separaban y le estaba costando muchísimo adaptarse a aquel vacío que había dejado en casa. Sonia era hija única, apareció cuando ya habían perdido las esperanzas intentándolo. No lograron conseguirlo otra vez. Esto hizo que sobreprotegieran a Sonia y que, aún siendo una mujer que sabía valerse por sí misma, la siguieran tratando como a una niña.―Bien, lo de siempre, de un lado a otro… Me gustaría trabajar como papá, en su consulta, sin moverse.―Ay hija, no te quejes, y ¿para qué quieres estar todo el día en un mismo sitio? Así te mueves, vas de un sitio a otro,
Había sido una tarde muy luminosa del mes de mayo, de la que ya apenas quedaba luz cuando esperaba en el portal a que llegase el ascensor para subir de vuelta a su piso. Manu se había quedado en la cafetería de abajo, charlando con unos amigos a los que hacía tiempo que no veía; y ella entre que se sentía cansada y aburrida con la conversación, decidió quitarse de en medio. Le gustaba el ambiente de aquella ciudad, tan cálido, tan cercano. Mallorca le gustaba más, sobre todo sus playas, con esa arena blanca tan fina. Pero Málaga tenía para ella otro encanto, puede que el recuerdo de los veranos de su infancia, que suelen dejar un sabor anaranjado; la mezcla perfecta entre la alegría dulce del recuerdo y el amargor de la nostalgia. Se sorprendía cuando veía a Manu saludar a la gente en cualquier rincón, lejos del barrio, en un chiringuito perdido de la playa de El Palo, en Torremolinos o Arroyo de la miel… siempre encontraba una cara conocida a quien saludar. Era muy fácil sentirse arr
―Venga, no te enfades, de verdad, que no merece la pena. Ha sido un mal entendido. Vamos a terminar de cenar y a ver qué echan en la tele, que me apetece ver una película divertida. Anda mira, si entrevistan a "la Esteban". ¿Te importa si lo vemos? Es que no veas la que se ha armado, porque resulta que el hermano de Jesulín se ha echado una novia que es…Richard se había desconectado de aquella conversación. Recogía los platos y las botellas de la mesa con la sensación de haber protagonizado la escena de una película absurda, donde ni siquiera le pertenecía el papel principal, quizá tampoco el secundario. Una escena de su vida donde tan solo era un espectador que se revolvía en su asiento ante un guión cambiado a última hora, cuando el original lo conocía de memoria porque ya había visto la película ochenta veces.Lavó la vajilla y cogió un libro de la mesilla de noche: Sin noticias de Gurb, rezaba la portada. Se sentó al lado de Susana, bajo la lámpara, y decidió que aquella noche de
Otra de las manías de Richard, era la de construir rutinas. Casi todo lo que hacía tenía un método, y a veces se entretenía en calcular los tiempos que tardaba en hacer las cosas de una manera o de otra. Sabía, por ejemplo, lo que tardaba en prepararse un café desde que encendía la cafetera hasta que se sentaba en la mesa a desayunar, y había comprobado que en los diez segundos que tardaba en calentarse el agua, si aprovechaba para poner la leche, el azúcar y meter la cápsula de café, eran diez segundos que le ganaba al café; más los que se ahorraba si mientras se llenaba el vaso preparaba las galletas, la servilleta y el plato. Le encantaba que todo sucediese siempre de la misma manera, no le gustaban nada los cambios ni improvisar. La última vez que había improvisado, el resultado había sido un divorcio. Lo peor de todo era que sabía que se aproximaban cambios. Últimamente Susana estaba más pesada que nunca con la idea de irse a vivir juntos.―Es una tontería que cada uno esté vivie