Aquel día Gabriela había salido hacer algunas diligencias en la ciudad, un evento inusual que sucedía solo unas contadas veces al año, en esta ocasión en preparación para las ya próximas celebraciones invernales, y Layla había aprovechado ese golpe de suerte para descansar, ya que el día anterior había estado plagado de compromisos y eventos de caridad organizados por la corona a los cuales debía asistir de forma obligatoria no pudiendo faltar a ninguno.Asi que en esos preciados momentos recostada prezosamente en un camastro a la orilla de la piscina, disfruta de los cálidos rayos del sol de la mañana precedía, en un día inusualmente templado dado que estaba ya a un par de días de comenzar el invierno, y aprovechando que no hay nadie en toda la mansión.Layla se había limitado a ponerse un vestido de manga larga para salir del interior de la fria y asfixiante escapando por un rato de los sirvientes, quiénes despues de haberle dejado una jarra con limonada, un vaso de
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