Su voz resonó aún por encima de la fuerte lluvia e hizo que mis piernas desfallecieran. Me faltaba el aire, así que tosí un poco para poder recuperarlo, aunque mi tos salió temblorosa a causa de lo débil que estaba por la impresión de aquel momento. Estaba más que nerviosa, la guerra estaba por comenzar. Intenté respirar pausadamente, sin embargo, los latidos fuertes y rápidos de mi corazón, me dificultaba mucho poder hacerlo. El latente dolor de cabeza apareció y sentí mi cerebro partirse en dos con una dolorosa cortada, además, las manos me sudaban y mis brazos se hacían pesados. Sabía que podía suceder, sabía que iba a pasar; pero no me sentía preparada para enfrentarlo; mucho menos de esa manera, de esa forma que nos había encontrado, muy comprometedora, por cierto. Lo que menos me imaginé aquella mañana al salir de casa, era que tendría que lidiar con ese momento al que le había estado huyendo hacía semanas. Me había ocultado en sueños y en la realidad,
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