Todos los capítulos de Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]: Capítulo 11 - Capítulo 20
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CAPÍTULO 11
El cielo empezó a nublarse, la noche estaba por caer, veía como el sol se ocultaba poco a poco y a su paso dejaba colores realmente hermosos, esas combinaciones que no se pueden explicar, porque no sabes cómo describir su majestuosidad. Me moví para cambiar mi posición, porque ya me sentía cansada. Me acomodé mejor en la banca, debajo de un frondoso árbol que intermitentemente dejaba caer sus hojas y que volaban con el poco viento que corría.  Estaba frente a una panadería. El olor a pan caliente me hizo agua la boca, imaginarme comiendo un buen trozo de pan con mantequilla acompañada de una taza de chocolate caliente, hizo rugir la fiera de estómago que llevaba y llevaría por siete u ocho meses más.Saqué mi billetera y conté las pocas monedas y dólares que tenía. En total eran tres dólares con cincuenta centavos, al menos me alcanzaría para comprar algo de pan y una taza de chocolate y calmar un poco el hambre que ya empezaba a fatigarme. No sabía qué sería de
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CAPÍTULO 12
Las calles ya empezaban a parecerme demasiado largas, el hambre comenzaba a convertirse en una fatiga imposible de soportar y el frio penetraba mis poros, haciéndome tiritar y abrazar mi cuerpo para sentir un poco de alivio. Me detuve frente a un callejón solitario y el miedo se apoderó de mi cuerpo al escuchar algunos ruidos extraños, como si alguien tosiera, y luego se unieron unas risas masculinas. Temblorosa y con el miedo en el máximo punto, me di la vuelta y empecé a caminar lo más rápido que podía, para alejarme de aquel lugar y de su peligro inminente. Luego, escuché que las voces empezaban a acercarse más y el eco se desaparecía; como si aquellas personas se acercaran cada vez más a mí; tragué saliva y con toda la fuerza que había quedado en mí, corrí, hasta doblar la esquina y me escondí detrás de un bote gigante de basura. Me agaché agitada y temerosa, sentía el miedo carcomer mis huesos y mi respiración era entrecortada y gélida. Con las manos tembloros
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CAPÍTULO 13
Limpié mi rostro y restregué mis ojos con fuerza. Odiaba ese sentimiento de culpa, de impotencia, de no poder hacer nada para cambiar y remediar esa situación tan deprimente. Pero exhalé con fuerza y enfoqué mi vista en un punto fijo e intenté concentrarme pensando en lo que haría desde ese momento en adelante.Mi vista nublada a causa de las lágrimas, empezó a despejarse poco a poco, hasta que pude observar con más claridad y distinguí algo de color blanco sobre el asfalto, de inmediato recordé a Fernanda.Me agaché con lentitud para levantarlo, lo tomé entre mis dedos y noté que estaba muy bien cerrado. Titubeé un poco y lo observé con rabia, tenía tantas ganas de llorar y tantos sentimientos guardados.Mi amiga se acercó a paso lento y con las manos metidas en sus bolsillos, se detuvo frente a mí y me observó con d
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CAPÍTULO 14
Las clases eran pesadas, a pesar de estar en las primeras semanas, se hacían eternas las horas. Cada vez me sentía más cansada y mareada, a todo era más sensible, al ruido, a olores, a sabores e incluso, a personas. Pero debía continuar mis estudios, porque estaba consciente de que eso era lo único que podría mejorar mi condición de vida y así encontrar un trabajo que me facilitara una mejor situación económica, para poder sacar a mi bebé adelante.Aquella mañana, me sentía con nuevas energías, como si cambiar de ambiente me hubiese asentado bien, como si aquella toxicidad que presenciaba en casa de mis padres, se hubiese esfumado de un momento a otro y Mell y Javi me hubiesen contagiado de su alegría y optimismo.Había tenido una noche de sueños raros, en los que Alex siempre aparecía y por más absurdo que pareciera, siempre tomab
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CAPÍTULO 15
Me sentía sumamente nerviosa. En mi mano tenía los exámenes y en la otra, la tarjeta de control que me habían dado el día que supe que estaba embarazada, al verla me sacaba un suspiro cada vez que leía mi nombre y recordaba el porqué estaba sentada frente a la puerta de ese consultorio.Miré de reojo a mi mejor amiga que estaba más nerviosa que yo, no dejaba de mirarme a cada rato, jugaba con sus dedos y movía sus piernas frenéticamente como si se tratase de ella toda esa situación.A nuestro alrededor había tres parejas, una de ellas con cinco niños a los que veía jugar con algunos juguetitos que habían llevado, de repente empezaron a pelearse. El papá trató de separarlos y uno de los niños quedó llorando por cederle al otro, un carrito rojo.¿Cómo se era un buen padre? O en mi caso ¿una buena madre? No
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CAPÍTULO 16
Podía sentir el sol tenue de la tarde iluminar mi rostro con sus colores rojizos; el susurro del viento en mi oído que soplaba una suave melodía y que fungía como animador de mis pensamientos; el caer alterno de las hojas y el siseo de las ramas al bailar con el suave movimiento que provocaba la brisa. Miré hacia uno de mis lados para encontrarme con un hermoso parque que me recordaba los días en que mis preocupaciones solo eran los raspones de rodillas y los regaños de mamá.Mi celular empezó a sonar, la canción No Vacancy de One Republic se acompasó con el susurro del viento, logrando que me sobresaltara y que diera un brinquito en el lugar donde me encontraba sentada. Rápidamente saqué el celular de mi bolso que llevaba en mi hombro, al echar un vistazo a la pantalla vi que era una llamada de Mell. ¿Es que acaso no podía entender que necesitaba estar s
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CAPÍTULO 17
Luego de tantas cosas acumuladas, con ese acontecimiento mi mundo se terminaba de caer a pedazos. No podía estar pasando, ¡no en ese momento!—Tienes que estar tranquila —pidió Mell, sentándose a mi lado en una de las sillas de la panadería y apretó mi mano con fuerza—. En serio, estar así solo te hace daño, el doctor lo dijo.—¡¿Tranquila?! ¿Cómo voy a estar tranquila? ¿Te das cuenta de lo que está pasando? — grité alterada y llamando la atención de los demás. Todos me miraban asustados, pero no me importó porque mi situación era más grave ahora, que unas cuantas miradas curiosas.—Lo siento mucho, Bella —murmuró Mell y se levantó de su silla, luego se acercó y me abrazó con fuerza—, y no estás sola en esto.Yo aún no podía
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CAPÍTULO 18
Tras esos gritos furiosos, ambos nos sobresaltamos y logramos separarnos de golpe para ver lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor. Al echar un vistazo, vi que Fernanda se encontraba a un lado, con una expresión bastante tensa, pero Mell estaba al otro lado, roja como una fresa madura y con los labios fruncidos debido al enojo. Sus miradas de desconcierto me hicieron caer en cuenta de lo que había estado a punto de hacer y resoplé.—Bella, vámonos —dijo mi amiga en un gruñido y me tomó por el brazo.Me dejé guiar hasta su auto y antes de subirme, miré con cautela hacia donde estaba James, él levantó una mano y lanzó un beso en el aire, luego su madre sacudió sus mejillas con rabia y comenzó a hacer algunas señas con sus manos, como riñéndolo por lo que había acabado de suceder.Cerré mis ojos y me subí al auto, sab
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CAPÍTULO 19
Me quedé helada por unos segundos y mi aliento se congeló; mis piernas se debilitaron y mis palpitaciones se aceleraron.De todas las personas en el gigantesco mundo y planeta Tierra no había previsto que pudiera ser él. No había imaginado su presencia ni en mis peores pesadillas, no podía ser James...—¿Cómo están? —volvió a preguntar, pero esta vez en un susurro en mi oído que me erizó los vellos de la espalda y me provocó una sensación de cosquilleo por toda la piel, sin embargo, cerré mis ojos y apreté mis puños. La noche anterior había tomado una decisión a mi encrucijada y estaba dispuesta a sostenerla.—¿Se puede saber desde cuándo te importa? —espeté grosera y apuré mi paso haciendo como si no estuviera a mi lado—. El día que nos vimos ni siquiera preguntaste
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CAPÍTULO 20
El tiempo parecía detenerse en mi mente, con cada paso que ella daba; tenía miedo de decir la verdad, sabía que, si algo le pasaba a Alex, la única culpable sería yo y que podía enfrentar cargos ante la ley, que quizás no merecía del todo, pero que estaba segura que los señores Queen impondrían solo por venganza. Al llegar, se cruzó de brazos y sus ojos denotaban una mirada inquisidora y recelosa. Mis nervios estaban alterados, y Mell me observaba en busca de alguna ayuda, pero ninguna de las dos nos atrevimos a mirarla fijamente. —¿Quiénes son ustedes? —repitió la pelinegra, en tono desafiante. Mi mente no paraba de maquinear, necesitaba encontrar una respuesta que no pusiera en riesgo mi seguridad; tenía que proteger a mi hijo. Respuestas esporádicas iban apareciendo y ninguna me convencía en su totalidad. ¿Y si decía que era la camarógrafa de algún programa de cámaras indiscretas? ¿Tal vez la presentadora? ¿O quizás la chica que vendía tamales? ¿La
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