— Vamos grita. Grita como la perra que eres — decía esa voz que reconoció al instante.X. Estaba violando a su chico, a su niño de ojos marrones, a su bebé, a su novio.— ¡Ya déjalo! ¡Lo estás lastimando! — gritó X, mientras intentaba quitar las cuerdas de su brazos y pies.— Oh, mira quien despertó, saluda, Pequeña zorra — dijo, levantando la cabeza de X, que estaba enterrada en las sábanas.— X, ayúdame — susurró con dolor, mientras sentía como una de las embestidas de X que acabó por destrozarlo.— ¡Déjalo, maldito! ¡Lo estás matando! Ya déjalo, házmelo a mí. No a él — dijo, eso último en un pequeño murmullo.— Ya no hace falta, ya termine con él — salió del cuerpo casi inconsciente del menor y se acomodó los pantalones.Levantó la cabeza de X y sacó su pistola, para luego apuntarle en la cabeza.— Tienes que ser feliz sin mí, jamás olvides que te amo — dijo, antes de que una bala cruzará su cráneo.— Muy b
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