Galopamos sobre el mar. Puedo ver como lo rompe y forma espuma a ambos lados. Es impresionante. Nunca había montado en barco, pero a partir de hoy me declaro oficialmente enamorada de ellos.— Ponte el chaleco, katherine — vuelve a repetir por enésima vez.Mientras más lo miro, más feo me parece. Enorme, naranja y con un extraño volumen que no estiliza mi figura para nada.— Se nadar y es horrible — sentencio dejándolo a un lado.Suelta el timón y se acerca hasta mi.Lleva una camisa de lino blanca. Unos cuantos botones se han desabrochado y gracias al viento, puedo ver parte de su pecho.— No importa si sabes nadar, es por seguridad — lo recoge y me obliga a ponérmelo. No ofrezco mucha resistencia porque sus dedos tirando de las cintas para pegarlo a mi cuerpo me entretienen — y aunque sea feo puede evitar que te ahogues si caes al agua.Hago un mohín.No puedo verme, pero estoy segura de que la imagen que le estoy ofreciendo, no es l
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