Mia. —Erior... —Susurro. Sube por sobre mi pecho dejando besos húmedos regados, causando que cada vello se erice. No puedo más, estoy por caer rendida luego de esa última sesión. Penetró tan fuerte, tan hondo que casi no tengo energía ni para mantener los ojos abiertos. Fue un sube y baja, un juego al azar de nuestros cuerpos mezclándose bajo las sabanas de seda que cubren su cama y... — ¡Señorita Mía! —grita. El libro choca contra el pedazo de madera, abro los ojos y los suyos me observan con ira. —Erior...—Susurro con debilidad casi en un gemido. Las risas estallan y despabilo, ¡Mierda, estoy en clases! Miro alrededor con la vergüenza latente, los demás nos observan al profesor y a mí con diversión así que supongo hice algo estúpido de nuevo y voy a ser castigada por ello. — ¿Debo recordarle cada vez que aquí se viene a aprender y no a dormir?, sino me equivoco para eso tiene casa... —Dice, dándome la espalda y dejando que por primera vez respire. Cassandra y su gemela Cass
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