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Todos los capítulos de CATHARSIS: Capítulo 71 - Capítulo 80
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Le doy un beso rápido a Aiden y me despido del resto con un gesto de la mano, pero tal como me esperaba, cuando me despido de Sam, este ni tan siquiera me mira, sino que tuerce el gesto hacia otro lado y hace una mueca de disgusto cuando salgo. Cierro detrás de mí y me permito apoyarme en ella un par de segundos, respirando el aire «fresco» que no apesta a marihuana y que me permite que las ideas se me aclaren.Pero que es lo qué debo aclarar; qué me siento como una estúpida; qué un tío que supuestamente no es nada en mi puta vida, venga cuando le da la gana y joda todos mis progresos con tan sólo un chasquido de dedos.Me traicionó, me manipuló y me hizo quedar como la idiota enamoradiza delante de todo el mundo. Y la culpa es mía, por darle el poder de permitírselo.Con las manos, me froto la cara con irritación y decido ir en busca de un maldito baño. Por suerte, no tengo ni que caminar cinco metros cuando un chico sale de lo que parece ser uno, con él sale una
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Aiden me devuelve una sonrisa de medio lado a la vez que se frota la nuca con nerviosismo. Le doy un rápido beso en la mejilla y salgo de la atmósfera de presión que se había cernido sobre nosotros, para darme de bruces con una angustiosa presión en el pecho mientras avanzo escaleras abajo. Detesto tener que elegir, porque en el fondo de mi egoísta corazón, sé que quiero tener dos hombres, cuando en realidad no me merezco a ninguno.Y aun así lo único que puedo ver es la cara de asco de Sam y el reproche en sus ojos, taladrándome la cabeza y haciendo que me sienta como una autentica zorra.Si antes ya estaba cabreado, ahora debe estar montando en cólera, pensando lo peor de mí. Y tiene razón, soy una zorra por haberme comportado con él como una auténtica cabrona sin al menos haberle dado el beneficio de la duda.Pienso en los posibles sitios donde podría haberse metido mientras hago un mapa mental de la casa, en realidad, lo que he tenido tiempo de ver, tal vez est
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Comienza a caminar a grandes zancadas por el césped y me cuesta seguirle el ritmo, a pesar de que estoy como una moto. Es como si fuera incapaz de caminar y mascar chicle. Intento fijar la vista en su nuca y concentrarme en ella para no comenzar a bailar con el resto de la multitud.Ni siquiera se molesta en mirarme por detrás del hombro para saber si le sigo o no, como si no le importara. Y eso me hace sentir como una mierda, aunque ahora no puedo darle mucha importancia.Se hace hueco entre la gente y me deja el camino hecho para seguirle sin problemas. Se mueve con tanta ligereza... lo envidio, aunque yo solita me he buscado acabar en este estado. Sam sube las escaleras sorteando borrachos y a otros que están sentados en los escalones. Algunos me miran, sonriéndome, parece que Sam se da cuenta, porque me coge por la cintura y me pega a él.Los fulmina con la mirada y sigue subiendo escaleras. Comienzan a murmurar, pero tienen que hablar alto por culpa de la músi
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Enciende una de las lamparillas de la mesita, dejando ver una habitación de color crema con complementos dorados y blancos, haciendo que todo brille mucho más y parezca muy elegante. Miro atontada el edredón dorado y me acerco para tocarlo. Es suave y mullido; me gusta.Lo rozo con los dedos hasta que Sam rompe mis ensoñaciones.—¿Desde hace cuánto que te metes esa mierda por la nariz? —lanza con voz inexpresiva.—Siempre vas al grano. Sin embargo, no sé de qué me estás hablando —murmuro.—Intento entenderte y saber porque lo haces. Además, no me mientas porque tienes coca en el jersey, por si no te habías dado cuenta —me contesta severo.Me llevo la mano al pecho y miro el jersey para darme cuenta de nuevo de lo despistada que soy, más que nada por las pequeñas partículas blancas que destacan sobre el negro. Sabía que tarde o temprano acabaría por preguntármelo, pero no tan pronto y en este momento, ni situación.Cuando me dijo que teníamos que h
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Poso las manos en su pecho y sonrío con satisfacción al escuchar sus palabras. Le aparto un mechón de la frente mientras me mira expectante. Quiero impresionarlo con lo que vaya a decir, así que me devano los sesos en busca de una buena frase o alguna estrofa de canción. Aunque, honestamente, no suelo acertar con lo que digo.Después de mucho rebuscar encuentro la estrofa perfecta.—Que yo sólo creo en la religión cuando me acuesto contigo —recito de memoria a la vez que enarco ambas cejas y sonrío con suficiencia.Sam se ríe a carcajadas, entrecerrando los ojos antes de pasarse la lengua por el labio inferior. Su risa es tan profunda que inunda toda la habitación, convirtiéndose en un sonido encantador a pesar de la música atronadora que se escucha fuera.Es como si estuviéramos en nuestra propia burbuja personal: Lejos de los demás, pero cerca el uno del otro... y podría estar así para siempre.—¿Me estás recitando a Hasley? —pregunta, ladeando la cab
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Abro los ojos como platos al ver un deportivo aparcado al final de la acera; el único. Sam sonríe con orgullo al ver mi expresión de asombro y me hace caminar más rápido.—Así me aseguraba que no le pasaba nada —dice con orgullo.Yo tampoco dejaría un coche como ese aparcado con todos los demás. Lo más probable es que acabara por rallarlo o vomitarlo o cualquier otra cosa horrible y por el modo que habla del coche, parece bastante importante para él. Al fin y al cabo, el dinero no parece el problema, ni para ninguno de mis nuevos amigos.Dios, me estoy convirtiendo en esas pijas con pasta a las cuales no podía ni ver.—Al menos te quedan neuronas para pensar —lo chincho.—Las que no te has tragado tú —replica con una sonrisa burlona.Abro los ojos como platos, totalmente escandalizada por sus palabras y lo raro que se me hace escucharlas de su boca. Quizás no tanto, pero me pillan por sorpresa y con la guardia baja.—¡Eres un guarro! —chillo
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Levanto la cabeza del volante y estiro el brazo para tocarlo, pero se aparta de mí. Casi está pegado a la ventana, poniendo toda la distancia entre nosotros, eso me provoca un dolor contaste en el pecho, reviviendo mis inseguridades; esas con los que pensaba que había aprendido a lidiar.Sabía que no debería habérselo contado, que no iba a reaccionar bien, pero no hasta el punto de que no me deje ni tocarlo. No sé qué grado de asco le provoco, pero no más que el que yo siento hacia mí misma por la forma en cómo sucedieron las cosas.No hay día en el que no me arrepienta de todo lo que sucedió esa noche y de no poder recordar nada de lo que ocurrió. No llego a reconocer nada, he intentado miles de veces reconstruir los hechos, pero mis lagunas mentales son inmensas y no hay forma de romperlas. Es como un muro en mi mente que no consigo derribar y tampoco hay nada que lo active, haciéndome recordar algo.Dicen que las experiencias de esa clase es mejor no recordarlas
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—¡Venga ya! —exclamo entre carcajadas, limpiándome las lágrimas de la risa—. Ya hemos pasado lo peor y ni siquiera me has invitado a una cita. Hemos hecho un montón de cosas, sexualmente hablando, y nos conocemos desde hace tres meses —prosigo, intentando no reírme y mantener la compostura.—¡No me has dado tiempo! —contraataca. Se frota la nuca y me mira con escepticismo—. Es decir, ayer no tenía previsto que pasara lo que pasó. No me diste tiempo de reacción, prácticamente me vio... —no acaba la frase.Cierra la boca en cuanto la sonrisa se esfuma de mi cara. Me mira por el rabillo del ojo y se pasa la mano por el pelo.Esta noche está metiendo la pata más que los aciertos. No puedo soportar la palabra, ni las comparaciones, nada que pueda recordarme a eso. Aprieto los puños contra los costados y exhalo un suspiro, intentando calmarme. Si tan desagradable le resultó podría haberme parado cuando hubiera querido o no haberse presentado en mi apartamento a las tres
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Papá se sentó a mi lado al piano, sonriéndome con admiración cuando terminé la pieza. Miré como sus dedos hábiles seguían por mí cuando no sabía más.Papá tocaba muy bien el piano y decía que yo también tocaba muy bien, también decía que era una niña muy inteligente y que aprendía muy rápido. Me gustaba que me dijera cosas buenas; ese día parecía contento. Yo también estaba contenta, mamá no había aparecido todavía.Los ojos de papá parecían cansados, pero me sonreía igual, acariciándome la mejilla.—¿Quieres aprender otra pieza? —preguntó.Asentí con la cabeza y sonrió. No solía ser muy habladora; me daba vergüenza decir algo mal y que la gente se riera de mí. Mamá siempre había dicho que callada estaba mejor.—¿Algo de Beethoven? —inquirió.Beethoven era mi favorito. Su música era triste y llena de melancolía, sin embargo, papá se pondría triste y quería que sigui
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Si no estuviera sentada me caería de culo contra el suelo. Tengo la tentación de levantarme y dejarme caer. El aire se me atasca en los pulmones y mi pecho se vuelve pesado, como si no pudiera sostenerlo en mi cuerpo.Sam se enamoró, alguien conquistó su corazón rebelde y oscuro. Las preguntas se forman sin poder controlarlas: ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Cuándo se conocieron? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuántos años tiene? ¿Sigue enamorado de ella?Es como si la cabeza fuera a explotarme, siento unos punzantes pinchazos en las sienes. Levanto la vista de golpe y la clavo en Sam, que sigue de pie y mirándome. Debo de tener una cara de sorpresa poco disimulada, ya que su expresión no deja de ser neutral, rozando la dureza.No parece que le haga mucha gracia admitir que se enamoró de alguien.Se encoge de hombros y se mordisquea el labio inferior con persistencia. Sigo sin poder decir nada, formando más y más preguntas. Se supone que no debería tener esa cara cuando es
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