Poso las manos en su pecho y sonrío con satisfacción al escuchar sus palabras. Le aparto un mechón de la frente mientras me mira expectante. Quiero impresionarlo con lo que vaya a decir, así que me devano los sesos en busca de una buena frase o alguna estrofa de canción. Aunque, honestamente, no suelo acertar con lo que digo.
Después de mucho rebuscar encuentro la estrofa perfecta.
—Que yo sólo creo en la religión cuando me acuesto contigo —recito de memoria a la vez que enarco ambas cejas y sonrío con suficiencia.
Sam se ríe a carcajadas, entrecerrando los ojos antes de pasarse la lengua por el labio inferior. Su risa es tan profunda que inunda toda la habitación, convirtiéndose en un sonido encantador a pesar de la música atronadora que se escucha fuera.
Es como si estuviéramos en nuestra propia burbuja personal: Lejos de los demás, pero cerca el uno del otro... y podría estar así para siempre.
—¿Me estás recitando a Hasley? —pregunta, ladeando la cab
Abro los ojos como platos al ver un deportivo aparcado al final de la acera; el único. Sam sonríe con orgullo al ver mi expresión de asombro y me hace caminar más rápido.—Así me aseguraba que no le pasaba nada —dice con orgullo.Yo tampoco dejaría un coche como ese aparcado con todos los demás. Lo más probable es que acabara por rallarlo o vomitarlo o cualquier otra cosa horrible y por el modo que habla del coche, parece bastante importante para él. Al fin y al cabo, el dinero no parece el problema, ni para ninguno de mis nuevos amigos.Dios, me estoy convirtiendo en esas pijas con pasta a las cuales no podía ni ver.—Al menos te quedan neuronas para pensar —lo chincho.—Las que no te has tragado tú —replica con una sonrisa burlona.Abro los ojos como platos, totalmente escandalizada por sus palabras y lo raro que se me hace escucharlas de su boca. Quizás no tanto, pero me pillan por sorpresa y con la guardia baja.—¡Eres un guarro! —chillo
Levanto la cabeza del volante y estiro el brazo para tocarlo, pero se aparta de mí. Casi está pegado a la ventana, poniendo toda la distancia entre nosotros, eso me provoca un dolor contaste en el pecho, reviviendo mis inseguridades; esas con los que pensaba que había aprendido a lidiar.Sabía que no debería habérselo contado, que no iba a reaccionar bien, pero no hasta el punto de que no me deje ni tocarlo. No sé qué grado de asco le provoco, pero no más que el que yo siento hacia mí misma por la forma en cómo sucedieron las cosas.No hay día en el que no me arrepienta de todo lo que sucedió esa noche y de no poder recordar nada de lo que ocurrió. No llego a reconocer nada, he intentado miles de veces reconstruir los hechos, pero mis lagunas mentales son inmensas y no hay forma de romperlas. Es como un muro en mi mente que no consigo derribar y tampoco hay nada que lo active, haciéndome recordar algo.Dicen que las experiencias de esa clase es mejor no recordarlas
—¡Venga ya! —exclamo entre carcajadas, limpiándome las lágrimas de la risa—. Ya hemos pasado lo peor y ni siquiera me has invitado a una cita. Hemos hecho un montón de cosas, sexualmente hablando, y nos conocemos desde hace tres meses —prosigo, intentando no reírme y mantener la compostura.—¡No me has dado tiempo! —contraataca. Se frota la nuca y me mira con escepticismo—. Es decir, ayer no tenía previsto que pasara lo que pasó. No me diste tiempo de reacción, prácticamente me vio... —no acaba la frase.Cierra la boca en cuanto la sonrisa se esfuma de mi cara. Me mira por el rabillo del ojo y se pasa la mano por el pelo.Esta noche está metiendo la pata más que los aciertos. No puedo soportar la palabra, ni las comparaciones, nada que pueda recordarme a eso. Aprieto los puños contra los costados y exhalo un suspiro, intentando calmarme. Si tan desagradable le resultó podría haberme parado cuando hubiera querido o no haberse presentado en mi apartamento a las tres
Papá se sentó a mi lado al piano, sonriéndome con admiración cuando terminé la pieza. Miré como sus dedos hábiles seguían por mí cuando no sabía más.Papá tocaba muy bien el piano y decía que yo también tocaba muy bien, también decía que era una niña muy inteligente y que aprendía muy rápido.Me gustaba queme dijera cosas buenas; ese día parecía contento. Yo también estaba contenta,mamá no había aparecido todavía.Los ojos de papá parecían cansados, pero me sonreía igual, acariciándome la mejilla.—¿Quieres aprender otra pieza? —preguntó.Asentí con la cabeza y sonrió. No solía ser muy habladora;me daba vergüenza decir algo mal y que la gente se riera de mí.Mamá siempre había dicho que callada estaba mejor.—¿Algo de Beethoven? —inquirió.Beethoven era mi favorito. Su música era triste y llena de melancolía, sin embargo, papá se pondría triste y quería que sigui
Si no estuviera sentada me caería de culo contra el suelo. Tengo la tentación de levantarme y dejarme caer. El aire se me atasca en los pulmones y mi pecho se vuelve pesado, como si no pudiera sostenerlo en mi cuerpo.Sam se enamoró, alguien conquistó su corazón rebelde y oscuro. Las preguntas se forman sin poder controlarlas: ¿Quién es ella? ¿La conozco? ¿Cuándo se conocieron? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuántos años tiene? ¿Sigue enamorado de ella?Es como si la cabeza fuera a explotarme, siento unos punzantes pinchazos en las sienes. Levanto la vista de golpe y la clavo en Sam, que sigue de pie y mirándome. Debo de tener una cara de sorpresa poco disimulada, ya que su expresión no deja de ser neutral, rozando la dureza.No parece que le haga mucha gracia admitir que se enamoró de alguien.Se encoge de hombros y se mordisquea el labio inferior con persistencia. Sigo sin poder decir nada, formando más y más preguntas. Se supone que no debería tener esa cara cuando es
La luz entra a raudales por la ventana, despertándome. Me estiro en la cama y tanteo con la mano en busca de Sam, pero no hay nadie. No recuerdo como llegué a la cama anoche. Lo último que recuerdo fue dormirme en el regazo de Sam mientras tocaba el piano; lo tocaba sólo para mí.El recuerdo hace que una sonrisa se forme en mi rostro y me desperece por completo. Ruedo hasta el otro lado de la cama y miro por el ventanal, el sol brilla y no hay ni una nube en el cielo; las vistas a pleno día son una pasada. Tenía razón cuando decía que levantarse por las mañanas y contemplar la inmensidad de la ciudad debe de ser de lo más agradable. Pero me hubiera gustado que Sam siguiera a mi lado.«¿Dónde se habrá metido?» Me levanto de la cama y me tomo un minuto para escuchar algún ruido, pero no se oye nada. Arrastro los pies por el pasillo y miro hacia el salón, pero tampoco hay nadie.Me detengo cuando me lo encuentro abriendo la nevera y segundos después sacar una jarra de
Me despierto con una sensación caliente en mi vientre, como algo placentero se extiende por mi sexo, ya más que húmedo por la sensación. Inconscientemente, me muerdo el labio inferior a la vez que un gemido de placer se me escapa entre dientes.Mi cabeza aún no ha asimilado la situación. Sin embargo, mi cuerpo comienza a menearse hacia delante de manera instintiva y cuando mis caderas dan hacia atrás, mi trasero choca contra un bulto duro que consigue hacerme gemir de nuevo.—Buenos días —murmura una voz ronca en mi oído.—Hoy te has levantado juguetón —ronroneo. Ahora más consciente de la situación, soy yo la que cuelo las manos bajo el edredón, cogiendo la mano que me está dando placer a tan tempranas horas, con los dedos hundidos en mi coño y moviéndolos dentro y fuera con lentitud—. Yo también quiero jugar...Se ríe entre dientes cuando saco su mano de mi entrepierna y me doy la vuelta con dificultad, encontrándome de lleno con unos esplendidos ojos avell
Sin dirigirme ni tan siquiera una mirada, se encamina por el pasillo hasta la puerta del final. Lo sigo con pasos firmes, pero sin tener ni idea de que decirle. Cómo voy a explicarle que esto qué narices hayamos estado compartiendo debe terminar ahora y para siempre; que sólo podemos ser amigos...Ni yo misma creo que únicamente podamos ser amigos.Me abre la puerta de su habitación y me indica con una mirada rápida que entre, obedezco y me adentro en el cuarto. Me sigue y cierra la puerta detrás de él. Aiden se queda junto a ella, con los brazos cruzados y la expresión ceñuda. Suspiro profundamente y le sostengo la mirada por un par de segundos, hasta que se me hace imposible hacerlo y cierro los ojos para intentar concentrarme en lo que debo decir, no en los recuerdos que están inundando mi mente.Me he pasado demasiado tiempo en esta misma habitación en la que ahora mismo debo decirle que lo nuestro debe terminar, y eso también significa dejar de ser amigos... d