Alejandro tira del pañuelo que cubre mis ojos, pero el haber estado cegada, no quiere decir que también haya estado sorda. Sé que hablaba con alguien más... Hace una mueca, y yo tiro de mis atadas manos, provocando un daño severo en mis muñecas.—Suéltame, por favor.—Si no te suelto, ¿qué puedes hacer?Patalear, gritar, insultar... Nada que pueda sacarme de la situación en la que estoy.—Por favor —suplico una vez más.—No sé lo cómoda que estés, pero espero que sea lo suficiente como para pasar la noche.Niego. No puede dejarme desnuda y atada, es humillante. Él cubre mi cuerpo con una fina sábana y se dispone a marcharse.—¡No! ¡Desátame, por favor! —Buenas noches, Cassy.El muy bastardo besa mi frente antes de irse
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