—Ah... —Un gemido sonoro salió de sus labios, su cuerpo temblaba y gotas de sudor emanaban de su piel. La cabeza cubierta de ondas sedosas que se convertían en bellos rizos en la punta, descansó sobre su busto inundando su piel con su cálida y acelerada respiración. Le encantaba estar así con él después de una buena sesión de sexo. Disfrutaba enredar sus dedos entre sus ondas y que él le acariciara el hombro con su dedo índice. —¿Me hornearás un pastel, hoy? —Su voz suave y varonil era música para sus oídos. Lo amaba y le encantaba cuando le pedía que cocinara para él, pues le hacía sentir la mejor cocinera del mundo. —Sí, hornearé lo que desees, tú solo pídeme lo que quieras —respondió con una gran sonrisa y él pegó sus frentes
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