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Todos los capítulos de El cadáver de la paloma: Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo 30: Carta a Jesús
Minato estaba contento, Akari se dio cuenta de eso, pero la extrañeza no se marchó de él.El rubio no había mencionado nada sobre ir a comer y, aún con eso, lo normal era que fuesen a comer a algún restaurante.—Todos los restaurantes están reservados, así que pensé que comer en casa era lo mejor —agregó Minato a su primer mensaje.—Entiendo… entiendo —Akari murmuró—. Es lo mejor y… de verdad, tengo mucha hambre.Minato soltó la risa y asintió. Segundos después, puso en marcha la camioneta, y partieron. El camino de ida no fue aburrido. Minato habló un poco de la producción de la obra de teatro y cómo se organizó todo, y Akari le comentó lo que sintió y experimentó al verla, además de pedir algunas explicaciones sobre escenas que no logr&oa
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Capítulo 31: Ya no hay vuelta atrás
Akari se quedó viendo a Minato por unos instantes, pero él no comprendió la profundidad que alcanzaron sus palabras en el rubio, que tomó un bol con ensalada, y una botella con jugo, aún ensimismado, y caminó hacia la mesa.—Entonces… ¿cuál es tu historia? —indagó el mayor.Minato colocó la ensalada y el jugo sobre la mesa, donde ya estaban los vasos, y se sentó en la cabecera. Akari lo siguió, y se sentó a su izquierda, en el lateral.—Ya que te conté uno de mis secretos mejor guardados… ¿por qué es que decidiste pasar la navidad conmigo, y no con una hermosa mujer de curvas cuestionable, o un tipo guapo, ya que eres de mente abierta?Minato, que apenas salía de su sorpresa, tan solo atinó a sonreír.—Es porque usted me agrada, Akari-san. ¿Por qué no hacerlo? &mdash
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Capítulo 32: Paredes que caen
—Akari-san.Minato, quien había estado tan solo contemplando el pequeño accesorio por largos segundos, llamó al mayor, y el brillo de su expresión caló en el otro.—¡Esto es genial! —canturreó en alegría, dejando salir toda su emoción en un fogonazo—. ¿Cómo sabía que iba a gustarme? —cuestionó en voz alta.Akari pudo sentir todo el impacto de una alegría sincera, lo que lo tomó por sorpresa.—¿Puedo usarlo? Puedo usarlo… ¿verdad? —habló rápido, y sumió al mayor en una espiral de inesperadas y burbujeantes emociones.No obstante, Akari se dio cuenta de que existía algo más, además de su emoción natural, pero aún no lo conocía lo suficiente, aún, para saber con certeza qué podía ser. Solo lo sentí
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Capítulo 33: Estar solo
 —Es bueno hablar de vez en cuando.Minato habló, y logró sacar a Akari de sus pensamientos.—Minato… —Akari mencionó, mirándolo—. ¿Nunca tuviste una buena navidad? —cuestionó en tono bajo.El rubio, que quizás no estaba tan borracho como el castaño pensaba, lo miró sin nada en mente por largos segundos, hasta que su cerebro conectó, y negó con la cabeza.—Cuando era niño… —musitó—. Puedo recordarlas con claridad. —Sonrió.El mayor encerró la mirada en él, inquieto.La rebanada de pastel que Minato comía ya estaba casi al final, y él se movió para servirse más champaña, llenando el vaso hasta la mitad, y se acomodó en el asiento.—Akari-san… ¿sabe? Tengo una condición que se ll
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Capítulo 34: Hipertimesia
Tras cambiarse la ropa, y sin mucho que hacer, Akari se puso a hurgar en su laptop. Eran poco más de las diez, y su hermana seguía durmiendo, tal vez porque llegó a casa a altas horas de la noche… Ella ya tenía veinte, no podía juzgarla, en especial porque él ni siquiera se había dignado a llegar a dormir.A pesar de ser el hermano mayor de Matsuri y Kohaku, estaba consciente de que no era su padre y, a lo largo de los últimos siete años, se esforzó para no lucir como uno, incluso hasta ahora. Era la figura paterna de Matsuri, eso lo tenía claro, pues ella era muy joven cuando sus padres murieron, pero luchaba día a día para darle su merecido espacio.Era una chica capaz de valerse por sí misma ahora, y a él todavía se le hacía difícil aceptar esa realidad.Aún se sentía bebido, la flojera y las ganas de hacer nada a&
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Capítulo 35: Curiosear para conocer
Minato y Akari ya eran clientes frecuentes del Sakura Café, un restaurante que quedaba a poca distancia del trabajo de ambos. Cada que salían a comer, dos de cuatro terminaban aquí; la comida era fresca y sabrosa, y el ambiente bastante tranquilo. Eran más o menos las seis, seis veinte, de la tarde, y el día había sido muy duro.Akari, de verdad, necesitaba vacaciones.Como conocía bien el menú, ordenó pollo teriyaki, uno de sus favoritos. Minato, por su parte, ordenó fideos con cerdo picante.—Creo que de verdad deberías a controlar tu ansia por el cerdo. Te vas a enfermar —destacó Akari, palillos en mano, al tener los platos sobre la mesa.—No puedo evitarlo… —soltó el rubio, y se justificó—: También como mucho pescado, no creo que esté del todo mal. —Se sonrió. Esa singularidad ya la ten&iacut
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Capítulo 36: Sueños propios
Minato miró a Akari, y luego llevó su cabeza de lado a lado, como un péndulo.—Podría decirse que sí —contestó—. Nací con una salud muy débil que, por obra y gracia de Dios, se fortaleció después de que cumplí once años. —Comió otro poco de su cena. El cerdo no estaba tan picante como le gustaba.»Aún ahora tengo que tomar suplementos y medicinas, porque debo salir al mundo y trabajar como una persona normal. Sin embargo… no es una enfermedad como tal, sino un conjunto de condiciones —agregó. Akari asintió, y Minato le regaló una sonrisa.Akari ya iba en el último tercio de su cena, tomó la jarra con cerveza y le dio un trago.—Puedo entenderlo, pero… considerando todo lo que he visto de ti, ¿de verdad no te molesta no poder trabajar como un detective? Sé
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Capítulo 37: Recuerdos
—Solo trabajar… Creo que eso será hasta las cinco o seis de la tarde. —Minato inició su respuesta—. Iré a la iglesia en la mañana. Después de eso… me iré a casa y cenaré. —Sonrió.—Deberías venir a mi casa —soltó Akari.Ofrecimiento ante el cual Minato mostró una expresión de sorpresa: achicó el mirar en el mayor y, cuando Akari se dio cuenta de que estaba a punto de negarse, prosiguió:—A mis padres les encantaba tener reuniones en casa. Ellos aprovechaban cada ocasión para reunir a sus amigos cercanos, y también a la familia.»Para el año nuevo, solían invitar a algunos de sus amigos, y mis hermanas y yo invitábamos a alguien; amigos, parejas, compañeros, y nos reuníamos todos en casa a conversar, jugar, y a comer una gran cena —explicó
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Capítulo 38: El Paraíso
El llamado Jouji, habló. Su tono era jovial, no muy grave y, de buenas a primeras, Akari no pudo evitar notar que daba una sensación de calidez muy buena. Jouji se levantó e hizo una reverencia bastante pronunciada. —Soy Jouji, Nakamura Jouji; soy amigo de Matsuri, y estudio tercer año de ingeniería industrial en la Universidad de Chuo —soltó, aún en medio de la reverencia, con sus ojos mirando al suelo. Por supuesto, Akari no era un idiota, y sabía que su hermana jamás traería a un simple amigo a la celebración familiar por el año nuevo. Hasta ahora, siempre había invitado a sus amigas de la escuela. Pero… ¿quién era él para refutar al muchacho, si moría de nervios por dentro? —Soy Akari, el hermano mayor de Matsuri, aunque ya debes saberlo. —Con normalidad, y una voz mucho más serena que el otro, Akari lo saludó. Jouji se enderezó. »Así que… ¿de verdad fuiste alumno de este idiota por dos años? —preguntó, llevando la vista hacia Minato, con
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Capítulo 39: Ojos peligrosos
—¿Por qué no bebes un poco? —Akari comentó—. En navidad no te importó casi emborracharte con champaña —destacó curioso. El ambiente de juego continuó tras entrar a la casa y secar las lágrimas; esta vez era un monopolio que Arata trajo, ilusionado, al saber que habría tanta gente. Era un juego divertido al estar todos sentados alrededor del kotatsu. Minato no jugaba en esta vuelta, pero estaba sentado al lado de Akari, relajado; la cerveza, el vino, y los bocadillos, estaban a pedir de boca. La sala estaba llena de ánimo. Akari y Kohaku, que bebían cerveza como agua, estaban haciendo que Jouji bebiera más y más, mientras que Yasu, Arata y Matsuri ya estaban lejos de la línea de partida. En contraste a navidad, Minato apenas se había tomado un par de copas de vino. —No necesito beber más… es divertido verlos a todos de esta forma. —El rubio contestó. «Tal vez se trata de que no está en su casa», murmuró la mente del cas
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